Lo saco del diario Público. Ahí va el link de la noticia.
Sin más comentario que recordar la célebre frase de Groucho «salimos de la nada para llegar a la miseria», el relato demuestra el feliz tránsito de la «dictadura» a la «democracia», la idolatrada «Transición», pasados 35 años, ilustrando sobre la naturaleza profunda de las cosas… Si esto llega a ocurrir en Cuba o Venezuela…
«Nos tuvieron siete horas de pie con las manos en alto mirando a la pared»
Me detuvieron en la esquina de Alcalá. Me estaba yendo a casa con un amigo cuando apareció un furgón de Policía que perseguía a varios chavales que iban huyendo. Crucé corriendo porque me asusté, pero el furgón se paró y bajaron varios antidisturbios y me detuvieron, junto a otra chica que estaba por allí. Nos tuvieron un rato boca abajo y luego sentadas, hasta que nos llevaron al furgón. Me preguntaron si llevaba algo en los bolsillos y dije que no, así que no me registraron y pude avisar a mis amigos por el móvil de que estaba detenida.
Luego el furgón fue recogiendo a otros detenidos. A dos de ellos les habían pegado mucho. A uno que se había intentado escapar le habían pegado una paliza y estaba sangrando. Más tarde, en comisaría, ese chico meó sangre y se lo llevaron al hospital. Y como luego le dolía mucho el pecho se lo volvieron a llevar por segunda vez. Después de la primera visita al hospital, le metieron en un ascensor, donde no hay cámaras, y le cogieron del cuello y le pegaron.
Ya en Moratalaz, nos tuvieron siete horas de pie con las manos en alto mirando a la pared, sin dejarnos hablar ni girar la cabeza. En un momento, a las chicas nos dejaron sentarnos en el suelo, pero a los chicos no, no les dejaban ni apoyarse. Durante ese tiempo tenían organizados turnos de polis malos y polis buenos. Además, no dejaban ir al baño ni beber agua, ni daban la medicación a los que la necesitaban.
Cuando nos preguntaron por los abogados yo pedí los del equipo jurídico del 22-M y me dijeron que no valía. Estuve insistiendo y ellos me dijeron que si seguía así me asignarían uno de oficio. Entonces decidí pedir a uno concreto que estaban diciendo otros detenidos y que estaba en el equipo.
A un detenido que se quejaba mucho, diciendo que tenía derechos, le apretaron las esposas hasta que las manos se le pusieron moradas. Siguió quejándose y un policía llegó y le dijo «¿Así te gusta más?» y se las apretó más aún. Y ahí empezamos todos a gritar para que se las aflojaran y llamando al Samur, porque sabíamos que estaban en la sala de al lado. Vinieron los de Samur y le aflojaron los grilletes. Yo vi sus manos pasar de color amarillo a morado.
Yo estuve dos o tres horas pidiendo ir al baño y no me dejaron. Después nos llevaron a las celdas, en otro edificio. Nos pusieron de dos en dos. A mí me pusieron con una chica que era diabética, que se tenía que pinchar insulina a cada rato y que le pusieron problemas. A las chicas nos metieron en celdas con váter y lavabo y las de los chicos no tenían. Así, los chicos estuvieron más de 35 horas sin beber agua ni ir al baño, pese a que lo pedían a gritos sin parar. A nadie le dieron comida, salvo a mi celda porque estaba con la diabética.
Luego fuimos a hablar con el abogado. Dieron por hecho que no íbamos a declarar en comisaría. Yo pasé a una sala para la entrevista, en la que había una cámara y además dejaron la puerta entreabierta. Cuando el abogado fue a salir vio a un policía detrás de la puerta escuchando.
Más tarde nos trajeron la comida, que ya era sábado a medio día. Mi compañera de celda, que tenía que pincharse la insulina antes de comer, la estuvo pidiendo a gritos y los policías hacían como que no escuchaban. Empezamos a gritar desde todas las celdas y tampoco hicieron caso. Entonces hicimos bolas con papel higiénico, las mojamos y las tiramos a la cámara de seguridad hasta que la tapamos, para ver si así venían y podíamos pedir la insulina. Pero vinieron muy enfadados y nos metieron en otra celda a oscuras sin cámara ni baño ni lavabo. Perdimos los privilegios que nos habían dado al principio por ser chicas.
Al rato ya le trajeron la insulina y nos dejaron en esa celda a oscuras. Como seguíamos sin baño, al final muchos chicos empezaron a mear en el pasillo. Tengo muchos recuerdos de esas horas. Un chico empezó a gritar que les estaban tratando como a perros y un policía le respondió que eran perros. Y una chica dijo que tenía la regla y pidió compresas y una policía le dijo: «Sí, te voy a dar dos».
Para mí, todo esto que nos ha pasado es tortura.
(1628)
Ya sabes, o te puedes imaginar mi opinión al respecto, amigo Joan, y siento chafarte el blog con mi comentario, pero insisto en que la deriva totalitaria de nuestro Estado comenzó hace una década.
Cuando a mí me detuvieron hace algo menos de 3 años, acusándome sin pruebas, testigos ni lesiones de un delito que no cometí, y pasándose por el forro un derecho tan fundamental en cualquier democracia menos en la nuestra como es la presunción de inocencia en primera instancia, me enteré de que nuestro Estado de derecho era papel mojado. No me tuvieron horas firme, brazos en alto, ni me obligaron a cantar el Cara al Sol. A la policía, ningún reproche. Hicieron su trabajo. No me trataron ni bien ni mal; lo hicieron como manda la ley. Eso sí, estuve confinado 36 horas en un calabozo sin váter, y puesto que las otras celdas estaban todas ocupadas por presuntos delincuentes (todos eran presuntos menos yo), era fin de semana, de noche, y supongo que el agente de guardia estaba hasta el gorro de atender tantas presuntas necesidades, cuando les tocó el turno a las mías, menores, ante la disyuntiva de orinarme en los pantalones o en la celda, opté por sacar la chorra entre los barrotes y descargarme en el pasillo. No se lo tomó muy mal el agente cuando bajó y se encontró el desaguisado, ya que le expliqué que lo mío no era protesta ni rebelión, sino pura necesidad. Con el desayuno sirvieron un yogurt, y a partir de ese momento utilicé el exiguo envase a modo de orinal, y aprovechaba las veces que me permitían ir a los lavabos para vaciarlo y lavarlo. Tampoco tuve un equipo de abogados de ningún movimiento a quien acudir y encomendar mi defensa. Fue una suerte (Dios aprieta pero no ahoga, dicen mi madre y mis hermanas. Yo ya sabes que prefiero creer que son las leyes del karma.) porque solicité un abogado de oficio y me caíste tú del cielo. Así nos conocimos, con el tiempo acabamos siendo amigos, y así pude salir (o me sacaste) relativamente indemne de un proceso kafkiano, que estuvo a punto de llevarse por delante mi dignidad, mi salud y, lo más importante, a mi hijo.
Los 6 meses largos de un proceso lleno de irregularidades avaladas por una ley inconstitucional (¡Ay, la ingeniería jurídica del Estado! ¿No era legal y constitucional también la Doctrina Parrot hasta que la condenaron en Europa?) fueron más de lo mismo: un absoluto y contumaz desprecio a mi derecho a una defensa justa. No se les tomó declaración a mis testigos (fueron 3 veces al juzgado) y las pruebas que podían ayudar a demostrar mi no culpabilidad era mejor no presentarlas para que la fiscalía no las utilizara en mi contra. Ni siquiera le vi la cara al juez, quien, por cierto, y así lo creo, fue el mejor que podía haberme tocado, o uno de los pocos que no se dejaba presionar por el sucio e hipócrita lobby interesado en mi condena. Al final, de milagro, y gracias a tu tenacidad, una mezquina absolución por falta de pruebas.
No voy a mencionar explícitamente la ley que permitió y permite tropelías jurídicas y casos como el mío. ¿Para qué? ¿De qué serviría? Ahí está, lleva una década cebándose en hombres inocentes, pervirtiendo nuestra democracia, alimentando estómagos agradecidos y contribuyendo, como dije al principio de este extenso comentario, a la corrupcion material y moral de nuestro país y a la deriva totalitaria de nuestro Estado. Hay una profunda amnesia, que curiosamente padecen por igual la izquda. y la drecha., sobre ella. A quienes la denunciamos nos llaman resentidos, aguafiestas, o peor aún, nos dicen (sobre todo la izquda., que es quien la promulgó y convirtió en punta de lanza de una lucha que, a tenor de las cifras y evidencias, ha sido un completo fracaso. Nada extraño lo último en el país de falsedad, el trinque y la incompetencia), como en las peores dictaduras: algo habrán hecho quienes han sido acusados, o la culpa es de quien abusó de ella y denunció, o es por una causa justa y noble. La culpa, amigo mío, es 100% del Estado español, que permite y legaliza esos abusos. Y también de la ciudadanía en general, hipócrita, ignorante, interesada (hay como dije muchos pucheros, sueldazosos, despachos, viajes, dietas y mucha caradura) y cobarde.
He decidido no volver a utilizar ningún foro para denunciar esa ley canalla y recordarles a mis conciudadanos que hay una ¿minoría? silenciosa e ignorada, que sufre injustamente a diario la represión indiscriminada de una ley vergonzosa para nuestra democracia e infinitamente más dañina y arbitraria que la Ley Mordaza, o Ley Fdez. Los porrazos de los antidisturbios son besitos, comparados con la paliza en toda regla que propina esa nefanda ley. Me he dado de baja de El País, tras dos semanas, harto del desprecio de este diario a la verdad y la Justicia y del acoso, los insultos y las amenazas de quienes utilizan sus foros para denunciar los excesos del actual gobierno. De El Mundo ya salí trasquilado; expulsado por el contenido subversivo y peligroso de mis comentarios, nunca por la forma, pues soy uno de los pocos españoles que se expresa con educación y respeto. Mi canto de cisne, pues, he querido que aparezca en tu blog. Al fin y al cabo, por aquí no transitan vándalos, fanáticos ni ignorantes de drchas. ni de izqudas., y seguramente gente de tu gremio lo visita, y puede que hasta les sirva de reflexión mi denuncia.
Quien calla, otorga, Sres. y Sras. Quien siembra vientos recoge tempestades. Y cuando las barbas de tu vecino veas rapar, pon las tuyas a remojar.
Por último, quisiera despedirme, apropiándome de una reflexión de Cicerón, un gran jurista, que en el S. I antes de nuestra era, ya se lo tenía muy claro:
Cuando una ley no sirve para combatir el delito para el que fue legislada, cuando se pergeña por razones políticas y,o materiales, cuando provoca sufrimiento innecesario a ciudadanos inocentes y, por tanto, más víctimas, cuando les impide defenderse a los ciudadanos injustamente acusados porque les niega el derecho a una defensa justa, es una ley inhumana y perversa y es deber de toda persona biennacida criticarla, denunciarla, oponerse a ella y combatirla.
Muchas gracias, amigo Joan.
Chapó el comentario, Jesús. Salvo algún matiz que otro estoy totalmente de acuerdo. Mi condición profesional me obligaría a algún comentario de tipo técnico, pero prefiero dejar en su tinta tus impresiones, que son personales y reales y por ello de gran valor. Ciertamente el Estado de Derecho es una entelequia, leyes infames y procedimientos kafkianos, además de otras cosas, pero eso, que sabemos los abogados, desgraciadamente la gente sólo lo descubre cuando lo padece en sus carnes.
En fín, gracias, por la reflexión.
Abrazo.
Joan.
Es absurdo que paguemos un sueldo a estas personas cada mes para que vivan ellos y sus familias y a cambio nos apaleen, torturen y pisoteen nuestros derechos. Al que se compruebe este comportamiento habría que despedirlo y mandarlo al paro. Ahí sí que les dolería y cambiarían rápido. Pero los ciudadanos muchas veces somos incongruentes en los asuntos sociales.
Muy bueno e blog. Adelante.
Hace 15 años decía que España era un estado policial y me trataban de loco
Hoy lo estamos padeciendo
Pero gran culpa tienen los abogados que callan en comisaría o se dejan prepear por los policías
pues bueno, eso debería ser controlado por las comisiones de ética, no?
Joan, te he escrito al face, quería comunicarme contigo, saludos
saludos
Oscar Viera
Col 24251 ICAB