Paseando por los alrededores de este pequeño pueblo de menos de 2000 habitantes, cercano a Bury St Edmunds y a Cambridge, me da por colarme en una de sus dos iglesias; la más importante y oficial, la anglicana (la otra es la metodista). Es intimista y familiar y en los bancos hay cojines bordados con el nombre de los familiares de los feligreses, ya finados.
En su jardín hay y lápidas que medran entre el verde bucólico, el graznido de los craws y el canto de las tórtolas y emerge una cruz de piedra tatuada con los nombres de los héroes locales de las dos grandes guerras. Algunas lápidas datan de principios de siglo (del pasado y aun del otro anterior, o sea, de 1805, por ejemplo) y dan cuenta del paso del tiempo y de las cosas, que viene a ser lo mismo, para referir la inevitabilidad del suceso temporal y biológico como elemento consustancial de la materia.
Lo cual que me pongo filosófico, como puede verse, y, acunado en la tranquilidad del paseo y lo lúdico del campo, me viene a la cabeza lo de Newton y la manzana, que debió ocurrir en algún paraje parecido, según cuentan, mientras escucho beyond my wildest dreams de mark knopfler, joya maravillosa de un genio al que las multinacionales del consumismo, la alienación en gustos y conductas y la imbecilidad nunca bautizarán como el “rey del pop”.
Y ahí viene la sensación de la levedad y lo trascendente/intrascendente, pensando en cómo cambió el mundo desde el renacimiento, cuando copérnico vino a aclarar en 1543 que la tierra se movía alrededor del sol y no al revés y de centro del universo pasamos a ser centro de nada, que no de la nada. Luego resultó que el sol tampoco era el centro, ni lo pretendía, y ni siquiera lo era nuestra galaxia, como se supo después, y, por último, ya los astrónomos y físicos teóricos nos avisan de que son posibles y seguramente existen varios universos, aun sin meternos en la cosa de lo cuántico, que elevaría las posibilidades al infinito.
Y así, en el mismo camino de regreso a casa, de lo trascendente me mudo a la risa cuando, en este contexto de levedad histórica, me viene a la cabeza esa pléyade de idiotas que gobierna el mundo y nuestras vidas y haciendas con pretensiones de perennidad, de permanencia, de dejar huella en la historia, con la ilusión ilusa de superar su mísera condición de masa biológica más o menos organizada sujeta a las leyes físicas de la caducidad, pelín entrópica. Seguro que estos idiotas nunca visitaron a los héroes de Ixworth, ni escucharon su silencio concluyente en el jardín de los años, de los lustros, de los siglos, de los milenios..
Por eso al menos nos queda el consuelo de que al final todos –banqueros, políticos, orates de la banalidad, creadores de opinión, estudiosos de tendencias de consumo y crematísticas, amos del mundo, en fin y se pongan como se pongan-, habiendo salido de la nada llegaremos a la miseria (groucho) y el mercedes se quedará en la cochera junto con el chalé y otros bienes, honores y parabienes, y el último que apague la luz..
(1144)
«banqueros, políticos, orates de la banalidad, creadores de opinión, estudiosos de tendencias de consumo y crematísticas, amos del mundo, en fin y se pongan como se pongan-»
La guadana les segara el gaznate y su aliento dejara de oler a buen cognac y sus mierdas no iran a parar a los mares,desde sus yates de lujo,lo quieran o no.
Esa partida de ajedrez con la senora «muerte» la tienen perdida,pero es mas facil que un camello entre por la puerta de mi dormitorio a 1,80 metros de altura que «un rico en el reino de los cielos» .Esto ultimo lo dijo un gran filosofo llamado jesucristo.La humildad es una gran virtud desconocida para la mayoria de las personas de este mundo capitalista,pero para los que tienen poder y los bolsillos llenos es practicamente obsoleta. Disfrute de las brisas del atlantico norte,cuando vuelva a su pais,se va a cag…. del sofocon que le va a dar.40 grados celsius le esperan.