Es una recopilación de posts de fecha añeja, allá por el siglo pasado, publicados en Guía-Activ, muchos de ellos referidos a asuntos de Gandia, la Safor, sus políticos y otras cosas..
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IDEAS BREVES
Sobre La Pax Americana y el IV Reich en un mundo de gilipollas. (I) Si el 90% del cine que tragamos en digestivas sesiones de sofá y eructo y pedo de sobremesa es americano y se nos saltan los lagrimones con la ceremonia de los Oscars; si emulamos los tupés y vestimentas de las estrellas y nos pone la chupa del Cloony, si nos refrescamos el gaznate y nos pergeñamos los cubatas con la cola americana, nos ponemos adiposos con la fast food mac vísceras y mac pollo y así un porrón de etcs. Si los nenes machotes del Tío Sam por sus c. petan la economía mundial, el bienestar social urbi et orbi y las instituciones del sacrosanto Derecho Internacional de los tatados, las reservas y los principios de no injerencia en los estados y así similar. Y si ahora, en el más difícil todavía, manteniendo su nutritiva colonización económico-cultural para conciliar la creciente entropía social del universo conocido con el prosaico signo del dólar, digo, si ahora, después de Vietnam, Granada, Panamá, (uff, que lista!!) y ya pasando de la ONU como de la m., se dan su buena orgía particular a cuenta del derecho de conquista al pobre moro, pues eso, digo: que nadie crea que son como los de Alejandro el Magno, Julio el César y Adolfo el Hitler y así otros de la peña, que no hay tal. Si el matar 300 mil civiles japoneses no fue el primer acto de terrorismo planetario y sí lo fue lo de las torres gemelas del WTC, etc. Si ellos pueden tener armas químicas, atómicas, y hasta bombas fétidas y los otros no. Si el Imperio mismo con su mecanismo decide qué país es democrático y cual no lo es; qué dirigente es demócrata y cual dictador de medio pelo, y así más otro porrón de etcs., entonces, seguro que, como canturreó Bob Dylan, Dios está de su parte, lo cual es una buena razón para mantenerse agnóstico (al menos de momento). | Y, si a más in rri, directores de telediarios y operarios del pensamiento político decente dicen que eso es normal; que la pena de muerte no mata en EEUU, sino sólo en China o en Cuba; que el voto del 10% de los ciudadanos americanos, pam dalt pam baix, encumbrando al paladín de la silla eléctrica texana constituye prueba fehaciente de la mejor y más saludable democracia habida y por haber; que el señor tal de Quintanilla de Onésimo, por nuestro bien, puede pasarse por l‚entrecuix al 90% de los celtíberos en otro claro ejemplo de bondad del sistema democrático; que la guerra no era contra los miles de irakies, hoy ya cadáveres y mutilados, que pasaban por allí, por Basora, por Bagdad, sino contra el perverso Sadam, y que si al final no tenía armas químicas pues peor para el, que por si acaso; pues entonces, digo, es que nos toman por lo que somos: por gilipollas que nos estábamos en el váter cuando el profe explicaba la historia, lo cual que hasta podría ser cierto, además de ser antiamericanos y demagogos a tope, ¡a qué negarlo!.Pues eso, otro día más.
Joan Martí (Gandia) |
En Portada A vuela pluma: la clamorosa historia de “los cinco de Miami” |
En el día de ayer el Tribunal de Apelaciones del Onceavo Circuito Federal en Atlanta anuló las condenas de los “Cinco de Miami” y envió el caso al Tribunal de Primera Instancia para un nuevo proceso fuera de Miami. Ello, dice, en base a la hostilidad y los prejuicios en el ambiente de esta ciudad que hizo imposible un proceso imparcial debido a las pasiones que el tema de Cuba genera tanto entre el público como en la prensa de la ciudad. El tribunal refiere como la comunidad de Miami padece de un prejuicio tan penetrante contra los Cinco y contra el gobierno de Cuba que contamina el debido proceso judicial imparcial. Cita los artículos de prensa, las manifestaciones, las ceremonias relacionadas con el caso Elian y las manifestaciones sobre el caso de Los Hermanos al Rescate. La decisión, al tiempo que absuelve a “los cinco”, condena a Miami como un centro de hostilidad y extremismo, refiriéndose al circo mediático de esa ciudad, junto al extremismo de los cubano-americanos como los factores que imposibilitan el ejercicio de la justicia contra estos condenados. Así lo suscriben los jueces Stanley Birch, Phyllis Kravitch y James Oakes. Para mayor vergüenza de los EEUU, esta declaración del Tribunal, además, viene precedida por el informe de expertos juristas de la ONU, los cuales, a mediados del mes pasado, consideraron la sentencia condenatoria como arbitraria, pidiendo al gobierno de Washington la liberación inmediata de los condenados. Los expertos de la ONU concluían en que el juicio y las ‘duras’ penas impuestas son ‘incompatibles’ con la legislación internacional sobre derechos políticos y civiles de la que Estados Unidos es un país signatario, al igual que incompatible es el aislamiento en el que fueron mantenidos durante 17 meses y que ‘debilitó’ sus posibilidades de comunicación con sus abogados y el acceso a las pruebas, lo que, en consecuencia, afectó a su defensa, añadiendo que no se tuvo en cuenta que la defensa de los cinco cubanos pidió que se cambiara el lugar del juicio por considerar que ‘en Miami no podía garantizarse la imparcialidad’ por presencia de numerosas organizaciones anticastristas, refiriendo como las propias “autoridades” estadounidenses alentaron los prejuicios contra los acusados en Miami en la comunidad cubana de esta ciudad, presentándolos como culpables desde el inicio, concluyendo, en fin, en que ‘el juicio no se celebró en el clima de objetividad e imparcialidad’ que establece la Convención Internacional sobre los Derechos Políticos y Civiles… El caso no ha concluido, ya que los cinco siguen presos hasta que se celebre el nuevo juicio que, previsiblemente, resultará en sentencia absolutoria debido a la clamorosa ausencia de pruebas. Es de señalar que, aunque el Fiscal tiene la potestad para desestimar los cargos y liberarlos de la cárcel, por razones políticas probablemente no lo hará e insistirá en un nuevo juicio. Mientras, estas personas se pudren en vida en la cárcel desde 1998 en condiciones de total aislamiento y con vulneración aberrante de todos sus derechos civiles y humanos, lo que, junto con los “detenidos” en Guantánamo y otras menudencias, ilustran sobre la poca vergüenza de los gobernantes de turno del Imperio, supuesto escaparate urbi et orbe de la excelencia de las democracias occidentales. Veamos esta cronología de la vergüenza: -Infiltrados en la comunidad cubana de Miami, los “cinco” informaron al Gobierno Cubano sobre la preparación de atentados contra Cuba por parte de los grupos terroristas anticastristas de la ciudad, el Gobierno de Cuba pasó los informes vía diplomática al Gobierno EEUU, el cual, lejos de detener y procesar a los terroristas, lo que hizo fue detener y procesar a los denunciantes… Así pues, los cinco fueron detenidos en setiembre de 1998 y encarcelados directamente (en rigurosa aplicación del principio de presunción de inocencia, como puede verse) y, al cabo de tres años, condenados en junio de 2001 (igualmente con obvia aplicación del derecho a un juicio rápido) a severísimas penas: A Gerardo Hernández le dictaron dos cadenas perpetuas más 15 años; a Ramón Labañino, a una cadena perpetua más 18 años; a Antonio Guerrero, a una cadena perpetua más 10 años; a Fernando González, a 19 años y a René González, a 15 años. Pena extra; les dispersaron por cárceles de todo EE.U.U. y les impusieron largos períodos de aislamiento total en el «hueco», (celda de 2 m. cuadrados) por 17 meses, sin poder comunicarse siquiera con sus esposas e hijos, cuando el máximo son 60 días, prohibiéndoles visitas de sus abogados, el acceso a la prensa, medios de información, etc.. Y a todo eso con una asombrosa falta de pruebas en el decir de los expertos conocedores del contenido del proceso. Un juicio político, en fín, en el que se destuye la vida de cinco personas y sus familias por mor de la cerrazón y la locura aberrante de los gobernadores del Imperio. Otra caso a incluir en la Historia Universal de la Infamia que Borges dejó inconclusa… Quién da más!! (los votos de la “gusanera” de Miami, que se lo pregunten a Bush!!) Joan Martí |
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TODOS POR LA PAZ
De eso se trata: del «todos a la paz» que queremos la gente de bien frente al «todos a la guerra» que promueven estos valedores del mal, gobernantes sin escrúpulos, por mor de funestas causas económicas inconfesables. De decirles a estos personajes que resulta una inmoralidad gobernar y disponer de la vida y de la muerte ajena en contra de la opinión de la sociedad que dicen representar democráticamente. En las calles, nadie quiere la guerra con Irak y mucho menos los «lamentables efectos colaterales» de enterrar 500 o 600 mil irakíes en el desierto, -vidas humanas como tú y como yo, ¡ahí es nada!-, la muerte de miles de niños y civiles inocentes, o el reducir Bagdad y otras ciudades del Irak al nivel de la Edad Media. Por mucho que se empecinen esos mercachifles de la palabra, no existe ninguna justificación política que legitime esa barbarie; y no digamos moral, ya que en este plano se trata simplemente de un horrendo crimen de lesa humanidad que se pretende perpetrar con alevosía y premeditación y, seguramente, con nocturnidad por eso del mejor operativo de los aviones e ingenios militares de la muerte. |
En los medios de información consta que hasta hoy no existen pruebas de las imputaciones a Irak, como también el criterio anti-guerra de los famosos inspectores de la ONU, de los gobiernos de muchos países sensibles a la voluntad de sus ciudadanos, de científicos, intelectuales, del Papa, etc., que han dicho no a este crimen masivo publicitado y anunciado en los últimos meses. Frente a tantos argumentos morales y objetivos, se oponen los del interés de la industria armamentista americana e internacional en producir bombas y material de guerra para venderlo y hacer su agosto; el de las petroleras para controlar el crudo de Irak, el del gobierno americano que reivindica su dominio absoluto del mundo en una especie de IV Reich, pasando del Derecho Internacional, el de cuatro generales tecnócratas, asépticos trabajadores de la muerte, y el de los atolondrados gobiernos gregarios que, sin perspectiva histórica alguna y con aberrante condición moral, le dan apoyo en contra de la opinión de sus pueblos pensando sólo en sacar tajada política al apostar a caballo ganador aun a costa de avergonzarnos al resto de los mortales de pertenecer a su misma especie animal. Son estos Señores de la Guerra, que decía Bob Dylan, a quienes Dios confunda, -si existe-, los que por todo argumento nos piden una simplista visión maniquea del mundo, de buenos y de malos; un religioso acto de fe en su palabra; ¡Venga ya! Todos a la paz, que la vida de cualquier niño de Irak, por humilde y miserable que sea, vale tanto como la de cualquiera de estos prohombres del planeta.
Joan Martí (Gandia)
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Diariamente centenares de jueces en España y en el mundo dictan resoluciones que son recurridas y, a veces, anuladas por los tribunales superiores, sin que nadie les acuse de prevaricación, y conste que algunas resultan francamente insólitas y a menudo irrazonadas. Es más, el recurso y la anulación de una resolución judicial por el tribunal superior se consideran inherentes al funcionamiento normal de la justicia como garantía en las leyes procesales. Así mismo, dictan miles de autos de libertad provisional bajo fianza; en casos de gran trascendencia económica las fianzas llegan a varios miles de millones (Conde, De La Rosa) en otros (quinquis del tres al cuarto) son sensiblemente inferiores, siempre acordes con la trascendencia del hecho y la capacidad económica del imputado. Igualmente declaran secretas centenares de actuaciones o diligencias, tanto para facilitar el éxito en la investigación policial y judicial del delito como para perservar la intimidad de los afectados por el mismo. De todo ello podemos dar fe los miles de abogados, jueces y fiscales que nos relacionamos diariamente con la justicia.No obstante éllo, un extraño juez, – parece que iluso creyente en la justicia como concepto y oficio -, de los que ya quedan pocos, un día cometió el error de pretender que todos somos iguales ante la ley y, ante los indicios, evidentes a su juicio, de que el propietario del grupo PRISA, junto con otros colaboradores, podía haberse apropiado de más de veintemil millones de pesetas dejados en depósito por los abonados de Canal Plus, tuvo la temeraria idea de… ¡pretender tratar a dicho personaje como a cualquier ciudadano!. Si existía una denuncia y unos hechos indiciarios de delito, – se dijo el juez -, el imputado tendría que comparecer, declarar y ser objeto de las medidas normales en este tipo de casos, por lo que le exigió una fianza de 200 millones y le prohibió salir del país sin permiso del juzgado, al tiempo que declaraba secretas algunas actuaciones. Sin embargo dicho juez, habitualmente reflexivo y enjundioso en sus resoluciones judiciales, acaso llevado por una ética quijotesca demodé consistente en tratar a todos por igual, – ¡Valiente barbaridad! -, en esta ocasión se «empecinó» en pasar por alto ciertos aspectos elementales del asunto, grave error que le ha llevado a la muerte civil, si Dios o el Tribunal Constitucional no lo remedian.Y es que, en efecto, el Juez no tuvo en cuenta que, con la célebre transición democrática, dió en instalarse en España la cultura del gregarismo maniqueo con todo su esplendor de buenos y malos, derechas e izquierdas, la COPE y la SER, EL MUNDO y EL PAIS, que embota el espíritu crítico de la razón, triunfando el ideal de tribu que nos asentaba en la razón del grupo o la cofradía; en los intereses del clan, de nuestro clan «de izquierdas» o «de derechas», anulando la voluntad individual de los que nos reclamábamos cofrades de a pie. Tampoco tuvo en cuenta que esa celebrada transición reveló una foto fija en la que todos salimos retratados en uno u otro bando.
Como feligrés que fui, – y de los abnegados y ortodoxos -, he de reconocer que en el bando de los progresistas y de izquierdas, para mantenernos confortados en la doctrina correcta y en el dogma de la fe y evitar la apostasía, seguíamos a pies juntillas el ritual de leer y meditar diariamente unas santas escrituras (EL PAIS) y oír unos santos salmos (SER) que nos galvanizaban y afirmaban en nuestras creencias. Lideraba nuestra confesión un hombre con aureola de ciencia infusa y exacta, demócrata entre los demócratas, (J. L. Cebrian, antaño director de informativos de la TV del dictador, pero hábilmente reconvertido) ayudado de otros oficiantes, (Sabater, Tecglen, Pradera, Estefanía, Aguilar…, algunos también reconvertidos). Pero el mandamás y gran gurú, el amo en suma, era una especie de Dios, un hombre de convicciones prosaicas y profunda aversión a ideología que no fuera su cuenta corriente, hombre que fue empresario de los libros de texto (Santillana) del franquismo y que ahora vino también a reconvertirse en el empresario de la izquierda estética, o sea, de la izquierda etérea un poco snob, pues que algo de ello debía tener una izquierda que busca y sacraliza un empresario como santo patrón. Ciertamente, el patrón no era un Dios, era un hombre, pero era como nuestro hermano mayor y nos guiaba con tino por los vericuetos del entendimiento. Era nuestro Gran Hermano Polanco, quien, junto con sus ayudantes, puso en marcha un emporio de cultura mediática que vino a ser como nuestro Club de Pensamiento. Este Gran Hermano era el amo de las editoriales en las que escribíamos, de las radios en las que salíamos, de las productoras que nos producían, de los periódicos y radios en las que nos recreábamos y formaban nuestra opinión y cultura «de izquierdas». Y para él, ¡como no!, era nuestro mejor agradecimiento «de izquierdas». El hombre, metido a lo suyo, oficiaba con gran desenvoltura, promoviendo y agasajando a intelectuales, artistas y vividores (los de siempre, ahora de izquierdas), por eso de que la sociedad siempre tuvo élites diletantes de la subvención, de la manduca y del poder, y masas a las que conducir por el recto camino de la fe. También puso a su servicio a una nueva casta de políticos, vieja y primaria en cuanto a aspiraciones personales, – las mismas de siempre desde que el hombre es hombre -, que, constituyéndose en una especie de congregación llamada Felipismo, al socaire de unos morros y de un ceceo ciertamente bellos que encandilaban a las damas, logró gran predicamento en lo que había sido el franquismo sociológico – tu padre y el mío, por ejemplo, también ahora reconvertidos -, el que de la noche a la mañana pasó a ser de izquierdas como del Caudillo había sido. Y el Gran Hermano Polanco – posiblemente ante unos langostinos en el restaurante Lucio – se dió a la gran osmósis con el Felipismo en celebrada concurrencia de intereses. Y con todo lo anterior, la realidad pasó a ser virtual; de una u otra textura, matiz o color, cual conviniera al Gran Hermano o al Felipismo, o a ambos. A los feligreses, G.A.D., diariamente nos daban noticia de cómo iba el mundo con cuchara, mediante nutritivos editoriales o comentarios de sesudos tertulianos y articulistas. ¡¿Para qué esforzarnos en darle a la bola si teníamos EL PAIS?!, ¡Menuda pérdida de tiempo!. ¡Gloria a la cultura unificada y mediática de izquierdas! – proclamaba urbi et orbe el salmo radiado y escrito que degustábamos gozosos cada día y exhibíamos orgullosos cada domingo en el parque, como toque de distinción, mientras paseábamos a nuestros nenes criándolos en la cultura democrática de izquierdas («Mira, es progre, lleva EL PAIS»). Y relevantes personajes de «esa» izquierda (Roldán, Corcuera, Vera, Barrionuevo, Rubio, Urralburu, Aida AlvareZ, Salanueva, Rubio, Salas, Juan Guerra…), sacrificados izquierdistas comprometidos con los pobres, cual era público y notorio, por puro exceso de celo y a beneficio de inventario de la izquierda, más sus pluses personales, se dieron en sisar, matar, torturar y patrimonializar el Estado un poco, aunque la sisa no era robo si era de izquierdas y la tortura eran unos simples coscorrones a disculpar si la practicaban nuestros ministros del interior de izquierdas, como nos explicaba el Gran Hermano en tertulias y editoriales: No pasaba nada, porque lo negro podía ser blanco y lo blanco podía ser negro y cosas tan aparentemente extrañas tenía una plausible explicación de izquierdas. Por eso, cuando algunos, – antaño también de izquierdas -, dieron en cuestionar al Gran Hermano y al Felipismo, nuestros amados popes, para defender nuestro clan de izquierdas – y eventualmente sus cuentas corrientes -, contrataron más abogados que periodistas, si acaso éllo fuera posible por el número de éstos, montando al tiempo una red político-judicial de notable competencia y eficacia para defender nuestro sistema de izquierdas. Y así, con nuestra dignidad de izquierdas un poco desmejorada, pero siguiendo a pies juntillas las sagradas escrituras, también llegamos a ver normal que se tratara de barragana, pelandusca, querida o querindonga a la compañera de un juez antaño y desde siempre de izquierdas (Gómez de Liaño) – ¡con lo liberales que éramos cuando jóvenes¡ -, sin que se quejaran las feministas de nómina del país/PAIS, como normal vimos el infundio y el insulto por todo argumento, como correcto vimos jalear o disculpar el crimen de Estado, organizando procesiones y romerías hasta la cárcel de Guadalajara en solidaridad con nuestros mártires de izquierdas. Y hasta nos regocijamos echando en cara a un pobre y viejo juez (Barbero) que fuera pobre y tuviera muchos hijos y una hipoteca que pagar, porque sin duda ello no le dejaba enjuiciar desde un punto de vista de izquierdas lo de FILESA y MALESA. Y cuando el juez Gómez de Liaño osó imputar a nuestro Gran Hermano, rápidamente hubimos de recordarle que tenía un hermano abogado de Mario Conde, etc., y que cualquier juez, fiscal o abogado que atentara contra el «sistema de izquierdas» sin duda no era trigo limpio. Y cuando aumentaron las disfunciones y heregías de antiguos feligreses, para salvaguardar la unidad de doctrina, los jefes de la cofradía comenzaron a arrear a las ovejas descarriadas hacia el redil a base de zurriago mediático, aunque antaño hubieran sido buenos creyentes de la izquierda, Martín Prieto, López Agudín, Morán, Borrell, Tierno, Anguita, el mismo Guerra…). Cualquier disonancia en este «sistema de izquierdas» bastaba para ser expulsado a las tinieblas del demérito social, porque todo lo que hacían nuestros padres priores tenía que estar bien por la propia naturaleza de las cosas y lo que hacían los otros mal, por la misma razón y porque, como dijo el Dylan que canturreábamos cuando jóvenes, Dios estaba de nuestra parte, o sea de la de los de izquierdas, todo por Dios, por la Patria y el Rey… «de izquierdas». De modo que si este juez, honesto como pocos y de izquierdas desde siempre, pero no «de izquierdas», hubiera tenido en cuenta todo lo anterior; si hubiera imaginado que miles de feligreses, tan de izquierdas como snobs, abjuramos del sentido común, la crítica y el entendimiento, prefiriendo la doctrina del Gran Hermano que nos viene en cucharadas soperas que no hay que masticar, hubiera comprendido que para muchos autoproclamados «de izquierdas» es posible aceptar por dogma o acto de fe cualquier misterio, sea uno o trino, aunque a primera vista parezca aberración, científica, legal o de cualquier naturaleza, y jamás se hubiera «empecinado» en tratar al Gran Hermano Polanco igual que a cualquier hijo de vecino. Por eso, al no haberlo hecho así, si la cofradía decidió que debía morir civilmente, ello es justo y necesario por ser palabra del Gran Hermano Polanco, del Felipismo y formar parte del evangelio «de izquierdas» en el que creemos con toda la intensidad de nuestra fe. Por eso hoy cantamos a coro y en sagrada comunión, brindando con champagne en el Lucio con nuestros popes Cebrián y González bajo el patrocinio de nuestro Gran Hermano Polanco, principio y fin de nuestra humilde inteligencia: ¡Muerte al sentido común y a la realidad!. ¡Viva la santa doctrina! (y, de paso, la cuenta corriente del Gran Hermano.) Amén, que así sea. Joan Martí |
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Amigo internauta (ocioso, como siempre):Aun sin suponerte necesariamente amante de la historia, la tradición, los incunables y todo eso, -allá cada cual con sus vicios-, me atrevo a aventurar que conoces o has oído hablar del famoso «Llibre del Repartiment». Es un texto clásico que hace las delicias de coleccionistas e historiadores del Derecho, amén de provocar la caída de baba de meritorios nacionalistas de pro que suelen ver estos textos como sacros y fundamentales de la cultura política nacionalista.El citado LLibre consta de tres manuscritos y se halla datado entre 1237 y 1252. En él se reparten patrimonios y haciendas a los conquistadores y repobladores del Reino de Valencia, catalanes y aragoneses fuertotes que se dieron un garbeo por aquí hace unos cuantos años. En concreto, al hablar de Gandia dice, entre otras cosas»… A Arnau de Llobera, una jovada de terra en el terme de Gandia, en l´alqueria que e diu Beniozareg, i l’hort que fou d’Alhag Abintaher…» . Se trata pues de aburridas reseñas de tipo registral que atribuyen las propiedades a los agraciados aragoneses y catalanes en detrimento del moro muza que andaba un tanto alicaído. Los historiadores, no obstante, desde que se descubrió el manuscrito, discutían a ensayo partido si existía o no un segundo libro, posiblemente apócrifo pero complementario del anterior, habiendo gran polémica sobre el particular, aunque sin llegar a las manos.Hoy ya, por fin y loado sea el Señor., después de arduos trabajos de investigación, en exclusiva y primicia puede anunciar que sí existe el tal segundo libro, e incluso podemos desvelar parte de su contenido para conocimiento de los gandienses y de eruditos y curiosos en general. Aclaramos, como nota histórica que contextualiza el facsímil, que su objeto es el reparto de los dineros públicos de la ciudad de Gandia, reparto que ejecuta en el mismo la llamada Duquesa de los Pobres con su gracia habitual y con la autoridad moral que le dio el voto de sus siervos, entre ellos el de la Sra. Martínez, en las pasadas elecciones municipales, acogiendo la merced hecha los caballeros beneficiarios y sus respectivas tropas con singular agradecimiento. Y es que Gandia sociedad civil es una cosa, y Gandia sociedad política es otra bien distinta, como demuestra este segundo libro que también habremos de considerar sagrado de ahora en adelante.
Así es. En un Plenario del pasado mes de julio, dedicado como es obvio al asunto más principal de la ciudad que, también como es obvio, es el de las «asignaciones» a los partidos y concejales, todos los 25 regidores, que tal número son, en gloriosa unanimidad, acordaron apoyar los decretos, resoluciones y propuestas de la Duquesa de los Pobres, Santísima Benefactora de los Políticos Necesitados. Todos los caballeros y capitanes de compañía -los socialistas de izquierda, los que se decían la alternativa y los que se postulaban como la opción decisiva- han tenido a bien dar un buen golpe al presupuesto municipal dejándolo casi exhausto, validando y bendiciendo este «II Llibre del Repartiment (El de la Morterà a l´Ajuntament de Gandia)» por justo derecho de conquista electoral. Como sólo soy un triste historiador -de los malos, para qué engañarnos- y no sociólogo ni contable (*1), no glosaré lo de la deuda del tesoro ducal, que baila por los 10.000 millones de pesetas o pelas, que vienen a ser lo mismo, ni que algunos vecinos en Nazaret y en el Rabal triscan pan duro y caridad, -al fin y al cabo ellos son moriscos y no cristianos ni élites que discursean sobre la cultura, la globalización, el modelo de ciudad y todo eso-, ni recordaré las promesas de la campaña electoral de solidaridad y actuación social que, como es público y notorio, se hicieron para no cumplirse; porque es de ducal rectitud que Nuestra Señora reparta las gabelas entre sus nobles dedicados a la ingrata función de gobernar tanto súbdito desorejado. Es más, justo y necesario veo este reparto para sufragar la batalla electoral, donde la bolsa de los caballeros y sus haciendas quedaron diezmadas por el fragor de la contienda (carteles, pancartas, trípticos a cuatro tintas,…) La decisión de la Duquesa es incluso mas justa, si cabe, para cumplir el «modelo de ciudad» que los caballeros principales, sus mesnadas y juglares -algunos de ellos revividos gozosamente para la cosa política para gloria de la intelectualidad y el compromiso con el pueblo- propusieron en los diarios y en los panfletos en la encarnizada batalla aullando un desgañitado «Qui l’agarra pa ell!» (quien la coge para él). En el Llibre se atribuyen 27.000.- pelas por caballero raso (concejal) y asistencia a Comisión o Plenario; 508.333.- o 383.000.- al mes a cada caballero teniente de alcalde y similar con responsabilidad en la administración del ducado; 20.000.- más por mes y caballero raso para gasto de hospedaje, alfalfa y caballeriza, más 100.000.- por tropa (grupo) y mes; y el perol del erario lo rebaña la Duquesa retribuyendo generosamente las direcciones de tropa que, tal vez por error ducal (involuntario), aparecen duplicadas y sin funciones conocidas, con 641.667.- o 458.333.- pelas al mes, según los casos. Añado que los nombramientos surten efecto desde el día 26 de julio, devengándose los sueldos, no obstante, desde el día 3 del mismo mes (¡!), lo que prueba la generosidad de nuestra Señora, virtud suya pública y notoria. Por lo que respecta a nos, moros y cristianos, autorízanos Nuestra Señora para hacer las economías necesarias al mejor funcionamiento del Ducado y buena vida de nuestros Señores.¡Viva nuestra Duquesa y bienvenida sea la subida de impuestos, diezmos y regalías! En todo caso, y a lo que íbamos, ya ningún erudito contumaz podrá discutir la existencia del II LLIBRE DEL REPARTIMENT, EL DE LA MORTERÁ A L’AJUNTAMENT DE GANDIA. N.E: (*) Morterá, estrictu sensu, es el contenido del mortero almirez, aunque en bellreguardí i saforenc quiere decir tela, pasta, mosca o la pastizara. (*1) 1 pela o peseta = 1 Florín de oro del tiempo del primer Llibre. El Salario Mínimo Intergremial de siervo que come y vive, aunque sea muy poco por pura desgana, está en 69.280.- pelas al mes; el sueldo medio de peón albañil espernagado 10 horas en 150.000; la pensión media de siervo jubilado en 70.000.-; el sueldo de un Gerente de mediana Empresa de la ciudad 250.000.-/300.000.-; el de un administrativo 150/175.000.-, etc. Joan Martí |
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Querido internauta:Parece cosa de ciencia ficción, pero así es. Estamos en el 2005. J. Mª Aznar es Presidente del Gobierno, reelegido por segunda vez, y las está pasando canutas el hombre. El Rey vaga como alma en pena por los pasillos de la Zarzuela embutido en uniforme militar de Capitán General, a lo Fidel Castro.Recuerdo hace unos seis años lo que pensaba de esto de las guerras la gente progresista. Fue cuando la invasión de Yugoslavia. Entonces, los intelectuales orgánicos del sistema y muchos articulistas y escribidores a sueldo, en divertido acto de ilusionismo intelectual, hicieron floritura teórica para justificar las bombas sobre Serbia y la metralla sobre los puentes de Belgrado, sobre sus fábricas y sus estructuras de servicios civiles. Todo tenía explicación. Se teorizó que todo valía para detener a Milosevic y para evitar el genocido de los kosovares. Esa fué la consigna. El aparato mediático hizo el resto. Se olvidó la Carta fundacional de la ONU, los principios de no injerencia y de arreglo pacífico de las controversias internacionales y regresamos de golpe al paradigma conceptual del siglo XIX en esa zarandaja del Derecho Internacional. Ahora, las armas y el derecho de conquista debían definir la organización territorial, social y política del mundo. Los cuatro gatos más izquierdosos y recalcitrantes, se quedaron solos predicando en el desierto. Y el debate quedó claro y resuelto. Porque si la SER y la COPE, EL MUNDO y EL PAÍS, Antena 3 y Telecinco querían lo mismo, entonces no había debate y el resultado estaba cantado: Los burros podían volar, y las ranas lucir mostacho. La realidad se había hecho virtual y la maquinaria militar había conquistado su mejor objetivo: las mentes de los sufridores en casa. Aún así, pese a la «opinión publicada», la opinión pública estaba dividida mitad y mitad, pero ello no importaba ya que, obviamente, no podía declararse media guerra ni firmarse media paz.Recuerdo que la «intervención» a Yugoslavia concluyó con la rendición de Milosevic y los suyos, aunque en el camino finaron 60.000 soldados «aliados», 4.300 de ellos españoles, del Tercio casi todos, además de 85.000 que resultaron heridos y algunos lisiados de por vida. Serbios murieron 200.000, lo cual vino a confirmar la supremacía tecnológica occidental sin ningún género de duda y supuso buen marketing para la industria del ramo que en la Bolsa subió como la espuma. Después vino un periodo de «Pax Americana». Y la american-way-life se extendió sin cesar, si es que extenderse más podía, por países, regiones y mercados.
El ciudadano Gates nos puso un PC a cada uno en casa, con e-mail, videoconferencia, chat, grupos de news y todo eso. Y en la España que, ahora sí, ya era occidental y se había incorporado a Europa sin complejos, se jaleaba el temple del gobernante derechón últimamente centrado y que se hacía llamar el Tío del Bigote: «Hay que ver cómo ha jugado las bazas de España en la crisis y ha sabido respaldar a Clinton y codearse con la crema internacional de los estadistas. Entre todos han puesto al Milosevic en su sitio, como en el chiste de Gila. (Ví que entre tres le estaban pegando a uno una paliza enorme y me acerqué… y.. entre los cuatro lo pusimos nuevo…). Y de Solana ni te cuento. Un auténtico paladín de la defensa de los valores del Occidente y de Europa», -Se comentaba en los bares. Pero nunca la dicha dura cien años y un día, allá por el 2.004 y ya vigente el euro, la cosa comenzó a complicarse. Los malditos franceses, con eso lo de los cupos agrícolas y los fondos de cohesión comenzaron a volcar camiones, y Jospin, mudo por cierto cuando lo de Yugoslavia, tuvo que contentar a los agricultores franceses y cuidarse de las encuestas que le amenazaban las elecciones de la vuelta de la esquina, así que permitió todo el aquelarre camionil y más que le hubieran pedido. Y viajar por Francia con matrícula de Almería llegó a ser tan peligroso como atravesar el mismo infierno en patinete. Los agricultores españoles y los camioneros también se movilizaron a la recíproca y comenzaron a hacer lo propio con los camiones franceses. Nunca el clima anti-gabacho había sido tan fuerte en el país, ni siquiera cuando la invasión de Napoleón y Pepe Botella. Sin embargo para antipatía buena la que nos dió por tamarle a los ingleses a cuenta de lo de Gibraltar. Ocurrió que Matutes, de matute y después de cerrar La Verja, pretendió bloquear el aeropuerto de La Roca, aduciendo que cuando lo del tratado de Utrecht parece que no había aeropuertos (ni tal vez aeroplanos, salvo algún artilugio del genial Da Vinci), lo que llevó a los «llanitos» a los demonios directamente y a sus líderes al belicismo antiespañol declamado en spanglix con declinación andaluza. Entonces, como la cosa se caldeaba, el mundano Blair envió unos paquebotes de la Royal Navy hacia las Columnas de Hércules: Al fin y al cabo él era más amigo de Clinton que el colega Aznar. Y dio en ocurrir lo que desde hacía treinta años cualquiera pudo a y sin embargo no oyó el Mayor Oreja del reino: ¡Los vascos, estúpido los vascos! (como dicen que, le espetaron al candidato a Presidente americano en la célebre anécdota en eso de la economía). Y los vascos la liaron. Porque el proceso de paz se había atascado y la kalea borroka se atascó con él y cada día se parecía más a la intifada. Y el antagonismo del bloque nacionalista contra el bloque nacional, y a la inversa o viceversa, devino insalvable y el conflicto irresoluble. Y cuando la kalea se extendió, comenzó a parecerse a la guerrilla urbana a pleno día. Y cuando eso sucedió, el Tío del Bigote ^pequeño, pero con nervios de acero-, decidió que la Policía Nacional asumiera las competencias de la Ertzaina, como la Constitución autorizaba, según Fraga. Y así que las cosas fueron a más, y ETA rompió la tregua y se fue al monte y comenzó a nutrirse de jóvenes de la borroka y al abrigo de La France, sumida a la sazón en música de acordeón y Marsellesa contra la España castellana y ruda de Indíbil y su medio hermano Mandonoio, renació eso del santuario francés y aquello de los partisanos vascos. Y el Tío del Bigote perdió un poco los nervios y dijo que envidaba, siendo el caso es que no llevaba ni dos del mismo palo, y mandó a los del Tercio fogueados en Yugoslavia a pegar tiros a los Pirineos. Y entonces ETA, según Inglaterra y Francia, ya en política y concepto internacional pasó a ser el Ejército de Liberación del Pueblo Vasco. Y los del bloque nacional cerraron filas con el Tío del Bigote, y todos concluyeron en que si llevaban tantos años los vascos jodiendo, buena idea sería que se fueran de España, aunque sólo con lo puesto, o sea, con la txapela y la nariz ganchuda. Y cuando el Ejército entró en Bilbao, hubo algunos excesos, como en tiempos del Innombrable. Y un Blair exhaltado comenzó a hablar del «genocidio del pueblo vasco», a lo que le dio coba y bola al principio el mismo Jospin y luego otros gobernantes occidentales y aliados, por ejemplo el turko, y hasta el Hasan. Y ahí se montó la de Dios es Cristo, porque el odio comenzó a circular de Burgos a Bilbao y de Bilbao a Burgos bajando y subiendo el Escudo. Y la España de las 15 regiones, con la indiferencia del Principat, se puso en guerra santa contra Europa por un quítame a allá esos vascos. Y vinieron los avisos y las amenazas, y el Eisenhower y el Invencible pusieron máquina hacia el Estrecho, y al cabo de unos días los Tomawahuk comenzaron caer sobre los Llanos en Albacete, Manises, Viator, Morón, etc. Y algún misil se perdió en la nuclear de Cofrentes, que decía la CNN que se usaba para cosas militares. Y entonces vino la catástrofe: Por error, un piloto venido desde Aviano fosilizó un colegio en Leganés, el tren Gandia-Valencia se evaporó de un pepinazo, en Madrid sonaban las sirenas antiaéreas y en unas semanas nos quedamos sin AVE, sin Antena 3 ni Telecinco, sin luz en muchas zonas y sin gasolina en todas y entonces ya quien más y quien menos tenía su ración de familiar, vecino o amigo muerto o herido. Ahora, mientras hago esta rememoranza, pesco en la BBC que la OTAN duda si entrar en España por Portugal o hacerlo por los Pirineos, y vaticinan los sesudos analistas del W. Post que, en todo caso, el objeto es que el Tío del Bigote deje el poder y que los vascos vuelvan a Etxarri-Aranatz, garantizando ello una fuerza de paz internacional bajo el patrocinio de la OTAN. Y aunque estoy que me cisco de miedo cuando suenan las sirenas, me confortan los pontificantes editoriales de EL MUNDO y EL PAIS exigiendo el respeto a la Carta de las NU, el principio de no injerencia y todo eso. Pero cuando llego al éxtasis del confort es con los valientes artículos de mis columnistas preferidos denunciando la agresión a nuestro país, libre y soberano y las injerencia en nuestros asuntos internos, al tiempo que piden el diálogo para solucionar los contenciosos políticos por la vía pacífica evitando la muerte y el sufirmiento. Por cierto, no os cuento donde está ahora Solana porque seguro que me diríais fabulador.. Tal vez en otro capítulo os cuente donde se halla ahora este santo hombre con aire de benedictino.que hace el bien sin mirar a quien. De Milosevic sí que os puedo decir que el tío está de vacaciones tan divinamente en un balneario del Adriático, recordando sus orgías de kosovares al amparo de los términos del armnisticio y jugando al chamelo de tarde en tarde con un tal Hussein, un vejete ya jubilado que llegó a ser mandamás de un país llamado Irak. Joan Martí |
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Amigo internauta:El Pentágno bautizó la agresión a Irak con el cinematográfico nombre de Operación Zorro del Desierto. No es probable que el nombre tenga algún significado, siquiera sea cabalístico o esotérico, al que podamos acceder los pobres telespectadores de este nuevo espectáculo, de esta nueva barbarie. El zorro es animal taimado y artero que busca el engaño del otro en su provecho. Si pensamos que el raposo es William Clinton, hay que suponerle zorro con pocas luces y bastante burdo por su forma de actuar un tanto simple: pego unos tiros y desvío la atención de mis problemas con la bragueta.En todo caso, repugna al sentido común que una sociedad mundial que proclama la democracia y el derecho, y que incluso demoniza a ciertos paises por su comportamiento en materia de derechos humanos, tolere esta burla al Derecho Internacional y a todos los derechos conocidos, este matar por matar. ¿Tienen los irakies, civiles y niños, derechos humanos?Que los humores de un tipo, directamente derivados de su situación personal y de un simple lío de faldas o de un cunilingüs extramatrimonial mal resuelto, puedan desencadenar la agresión a un país y el asesinato de parte de sus habitantes, da que pensar en qué mundo de locura estamos instalados. Que ello además lo bendiga el tal Toni Blair, predicador de la enésima tercera vía y todo eso, nos situa al borde la incredulidad y sólo nos lleva a sonreir, ya sin sorpresa, cuando también lo justifica el Sr. Matutes añadiendo que «los españoles lamentan el sufrimiento del pueblo iraki». (No sabe Vd. bien, Sr. Ministro, la de cosas que lamentan los españoles). Sin embargo, ello sólo demuestra que la historia y el mundo es de quienes pueden contarlo, -y televisarlo-, porque, como ya cantó Bob Dylan, para estos asesinos de los B52 y de los Tomahawk de a millón de dólares, la guerra es justa porque «Dios está de nuestra parte», siendo improbable que los pobres irakies tengan Dios alguno a quien encomendarse.
Un amigo en amable charla me recriminó hace unas semanas que comparara a Clinton con Pinochet con ocasión de un debate en una televisión sobre los Derechos Humanos. Aclarándole que o me había entendido mal o yo no me había sabido explicar, le dije que no había tal comparación, sino que había tratado de razonar, simplemente, que el procesar y condenar a un genocida dependía de quien tuviera la fuerza para poder hacerlo: que la Ley sólo puede aplicarla -y definirla- aquel que tiene la fuerza para hacerlo y que, en este caso, la Comunidad Internacional podía atreverse con el viejo general asesino chileno, pero que tal vez no ocurriera lo mismo si se tatara de un tal Clinton, como jamás se atrevió con los genocidas que arrasaron Hiroshima y Nagasaki y aquellos centenares de miles de vidas del sol naciente; genocidas que eran americanos y, por supuesto, tenían a Dios de su parte… Es seguro que ahora mi amigo habrá comprendido a que me refería, salvo que pretenda justificar la agresión acometida por el «Usapresident», lo cual, conociéndole, creo poco probable. La cosa es que contraviniendo la Carta de las Naciones Unidas y todos los principios conocidos del Derecho Internacional, sin autorización de la ONU, y porque, -según dice-, sus asesores sospechan que en Irak hay armas químicas y proyectos de armas nucleares, el tipo decreta el bombardeo del país y, colateralmente y para llevar el terror a la población, también el de áreas urbanas de Bagdad. ¿Hará lo mismo con Rusia, Inglaterra, Francia, Israel, Alemania y China que tienen las mismas armas en cantidades industriales?. Pues… al tiempo. Tal vez estemos entrando en la era del Gran Hermano, cuando del Derecho Internacional desparece el principio de soberanía para instalarse el de la injerencia por mis… pistolas, cuando un país de panzas repletas de fastfood y patrioterismo barato de telepredicador y encuesta reivindica y ejerce el derecho a gobernar el planeta a ritmo de bomba canturreando el estribillo de Dylan y aplaudiendo a un estúpido pillado in fraganti en leso crimen de alcoba… Desde luego, la realidad comienza a superar la fabulatoria de Orwell. Añado que ya algún brillante analista europeo poco sospechoso de izquierdista ha comenzado a ver paralelismo con el fenómeno del nazismo. Cuando desde hace años diariamente mueren centenares de niños irakies por el embargo y la población civil pasa penalidades sin cuento, difícilmente podemos aceptar el «show entertainment» de la CNN, aunque nos lo proponga la misma Jane Fonda u otros valedores del Presidente demócrata frente a la furia reaccionaria de los republicanos. Ya por liberales y progresistas nos resultó indiferente que el tipo fuera un «pelila floja». Por comprensivos con la naturaleza humana, llegamos a aceptar que fuera mentiroso como un adolescente. Pero cuando la estupidez le lleva al asesinato en masa (se ufanan en que sólo fueron entre 600 y 1000 los muertos civiles) entonces ya no se lo podemos aceptar, puesto que la vida de cualquier niño irakí de los que ya nunca verán el sol vale tanto como la de su querida Chelsea; la de cualquier madre que ve morir a sus hijos malnutridos tanto como la de su engañada Hilary y, por supuesto, la de cualquier beduino irakí anónimo enterrado en las arenas del desierto por la tecnología de la muerte, tanto como la de este reprimido sexual instalado en la locura más asombrosa y jaleado por las encuestas chovinistas del analfabetismo funcional made in USA. Mejor, como rezaba una pancarta en el Líbano, «Clinton go see Mónica» – «Clinton, ve a ver a Mónica»-, ya que tal vez una relación más fluida con la Lewinsky pudiera calmar a este zorro del desierto, asesino y un poco estúpido que ahora sí que ha hecho méritos más que suficientes para «impeacharlo» a perpetuidad, al menos en la conciencia de cualquier persona de sentido común y amor a la vida… Joan Martí |
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Amable internauta:A pesar de que en la ciudad desde de la que te escribo -Gandia, Valencia, España-, los estudios sobre la cosa de la sociología urbana proliferan con profusión y alegría (según se cree, en razón de las disponibilidades presupuestarias del Ayuntamiento y de las necesidades de proyección mediática del concejal de turno que haya de presentarlos en rueda de prensa preanunciada, anunciada, celebrada al fín y noticiada luego), al día de hoy ningún especialista del ramo se ha atrevido con el asunto de los vados y del prohibido aparcar que invade la ciudad y nuestras tristes vidas provocándonos kilos de infelicidad. Cualquiera que pruebe a aparcar a media tarde o a media mañana de un día laborable descubrirá rápidamente de qué le hablo: vados y más vados con señales y carteles amenazantes con el propio infierno (o con la grua, que es peor y cuesta diez mil pesetas, o más, amén de la multa).Y es lo cierto que nos hallamos huérfanos de cualquier teoría general sobre el vado que, como de la suegra o del suegro, -un suponer- nos permita defendernos del fenómeno con alguna posibilidad de éxito. La valla y la línea amarilla nos masacran a conciencia cuando intentamos aparcar el automóvil en cualquier sitio y frente a ello no hay nada que hacer, salvo desesesperarse y ponerse de los nervios.Tentado estoy incluso de sugerirles a los grandes del pensamiento de moda, Gidens y Zaplana a lo que parece y cuentan los periódicos, -aunque según las malas lenguas tienen dificultades con las cuatro reglas-, que aborden el asunto y la problemática por ver si con sus potentes cerebros encuentran alguna escapatoria.
Es el caso que el vado se ha incorporado a nuestra cotidianidad con insultante descaro y desparpajo, amenazando con apoderarse de todas las plazas de aparcamiento que un día fueron libres, hasta de las de la ORA si se tercia. La ciudad y sus calzadas son un enorme vado; un prohibido aparcar por aquí y por allá. Vado permanente por cocheras, de veinte como de dos plazas, concedido al usufructuario previo pago de la correspondiente bula; vado por sitios reservados a los minusválidos, tal vez más de cien mil en la ciudad, a juzgar por el número de reservados; vado en zonas de carga y descarga; vado por zonas amarillas con líneas y aspas -o sin aspas, según el gusto del empleado municipal autor del graffitti- y motivo inextricable; vado por el amarillo de los cinco metros en cada esquina; vados móviles, simpáticos, dinámicos y salseros, acotados por señales puestas al tun-tun a gusto del consumidor; vados para los contenedores de basura comunes o vulgares, con sus correspondientes cuadros reservados, inamovibles y pegados al suelo, aunque nunca se hallen aquellos en el sitio, y que se cuentan a miles; vados reales originados por la presencia física de los susodichos contenedores desplazados de su sitio como si huyeran de ser cazados e izados al camión de las/la Koplowitz; vados para los contenedores, también de basura pero elitistas, o sea para cristales, cartones y otras basuras especiales o nobles -parece que la capacidad de producir basura especial o cualificada es directamente proporcional a la necesidad que tenga el concejal responsable de inaugurar los distintos tipos de contenderos, tambien especiales, que la contengan-; vados por obras y chapuzas varias que duran una eternidad y que causan furor en este tiempo preelectoral en el que una curiosa fiebre de peatonalizaciones, desescombros y derrumbes ataca a la ciudad con saña; vados por fallas, por último, que florecen allá por San José -y en otras épocas del año- cuando medio millón de falleros -o más- cortan las calles a discreción para organizar tremendas orgías de cohetes, truc y burret. Vados de diverso sexo y condición, en fin. El caso, y no es ninguna broma, es que existe una Comisión Especial de Aparcamientos en el organigrama municipal que a lo mejor un día de estos encuentra alguna solución inteligente para el problema y nos la cuenta. (Amén!). Si tu, querido internauta, das con alguna fórmula, apúrate y llama al Ayuntamiento que igual dan algún premio. Pues eso, un saludo. Joan Martí |
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Joan Martí
jmarti@guia-activ.com Querido internauta:Érase una vez, un lugar idílico llamado la Drova, situado a once kilómetros de la costa del Azahar, (La Safor, València, Estado Español, Planeta Tierra), en la falda del señorial Mondúver. Se accede a él, serpenteando entre un bello paisaje que al atardecer, aparece coronado de un cielo con trazos de nubes rojas, fundidas por los últimos rayos de sol, y que te acecha entre arbustos en los que la brisa deja a su paso, fragancias de amor y de vida (y de chullas que se asan junto al la Font de l’Olm).
Allí, no hay hadas madrinas, ni duendes, ni las ranas se convierten en príncipes, ¿o sí?…en cualquier caso, lo cierto es que son felices y hasta de vez en cuando comen perdices.
Hace unos años, un buen puñado, como de casi todo, viví el ritual iniciático de la Paella de María. (Restaurant donde se hace la mejor del mundo, valga el chovinismo exacerbado y con el permiso de Ignasi).
Después de un paseo por la casa de la Güela Bruja y la Cova del Parpalló, un intento fallido de subir al Mondúver puso fin a la tarde primaveral en que me enamoré de la Drova. Unos días de mirarla y admirarla y al final compré una casita donde hacer real nuestro amor. Después, ya se sabe, las familias crecen y tuve que cambiar de casa y mudarme a otra más grande. Allí vivo todo el año desde entonces y lo disfruto en la medida que me lo permite la vida moderna, el trabajo y todo eso.
A pesar de las limitaciones en los servicios (agua, teléfono, bajadas de tensión eléctrica,..), la Drova es un lugar maravilloso para vivir, o sea que el amor, a pesar del tiempo transcurrido, se ha mantenido intacto.
La Drova sin embargo, tiene un problema, y es que sus habitantes no votan, es decir, no votan en Barx – el pueblo al que pertenece y del que dista unos 2 km.- que es desde donde se gobierna, se dan las licencias, las autorizaciones y todo eso. Es un problema grave y de difícil solución, del que deberíamos de hablar largo y tendido algún día. A parte de éste principal, tiene otros, derivados casi siempre de la idea diferente de la vida que tenemos los de la Drova y los concejales del Ayuntamiento de Barx: Unos queremos tranquilidad y calidad de vida; otros, más prosaicos, prefieren construir, urbanizar y todo aquello que sirve para llenarse los bolsillos con rapidez.
El último acontecimiento de esta dialéctica árbol-ladrillo ha sido el proyecto de construcción de 248 chalets en la Solana del Mondúver, -sí, si, 248 ¡no exagero!-, proyecto descabellado al que nos hemos opuesto los vecinos, como es público y notorio. Más que por puro vicio, -como dice algún concejal de Barx-, lo cierto es que nos hemos opuesto porque el proyecto implica la destrucción de un paraje de alto valor forestal y ecológico poblado de pinos adultos, carrascas y arbustos autóctonos. Uno de los pocos que quedan en un hábitat asediado cada año por los incendios forestales que no paran. Y también nos hemos opuesto, ¿por qué no decirlo?, porque estamos enamorados del paisaje, que es uno de los más bonitos de la sufrida y chamuscada Comunidad Valenciana y que forma parte del patrimonio histórico, estético y cultural que tanto apreciamos muchos habitantes de la Safor (la comarca así se llama).
Este paraje, por cierto, linda con la Cova del Parpalló, dónde yacen los restos arqueológicos e históricos de nuestros antepasados, – o sea nuestros abuelos en «taparrabos»,- y que se podría conservar como parque natural. (¡Dios lo quiera!).
Y precisamente es en este punto de la protección del medio dónde más discutible parece la legalidad del proyecto que promueve la urbanizadora, ya que su ejecución implicaría clasificar la zona como suelo urbanizable al amparo de unas normas subsidiarias de planeamiento de Barx que vulneran frontalmente la Ley de Ordenación del Territorio de la Comunidad Valenciana., la Forestal, la del suelo Urbanizable, la del Impacto Ambiental, etc.
Pero es que, además y desde otro punto de vista, resulta que la urbanización supondría un impacto muy negativo en las infraestructuras de la zona, ya de por sí precarias, al incrementar en un 65% el área urbanizada de La Drova, -¡casi nada!-. sobrecargando los ya deficitarios -o inexistentes- servicios de saneamiento, teléfono, agua, luz, viales generales y otros, además de la sobreexplotación de los acuíferos de la zona, ya de por sí en situación precaria, y la probable contaminación de los colindantes (Gandia, Xeresa) por las aguas residuales de la urbanización, a las que, dicho sea de paso, en el proyecto no se da un tratamiento específico y definitivo.
Para postre, parece ser que los nuevos vecinos «urbanizados», deberían de enseñarse a volar, ya que el desnivel en los terrenos que se quiere urbanizar, en algunos casos llega al 86%, lo que hace pensar que, en concurrencia con las lluvias, a veces torrenciales, y con la previsible alteración de los barrancos y torrenteras, también les obligaría a enseñarse a nadar con soltura.
Y aún hay más, ya que aparecen más motivos de oposición si vamos al aspecto sociológico del asunto. Por un lado, está clara la innecesariedad social de la urbanización, -excepto para los promotores, por lo que parece-, ya que no hay demanda alguna de viviendas. Por otro, hay por lo menos 16 chalets en venta, además de 119 parcelas edificables que serían suficientes para construir más de 300 chalets como los que se proyectan, razón por la que parece clara la inviabilidad económica del proyecto y -lo que es peor- la previsible paralización del mismo, después de haber destrozado la montaña para nada, previsión fatídica que se ve venir con certeza cuando pensamos que el coste de la urbanización se calcula alrededor de las 6.000 ptas por metro cuadrado y va y resulta que actualmente hay un montón de parcelas en venta en suelo ya urbanizado a 2.500 y 3.000 ptas: ¿Quién comprará en la nueva urbanización al doble del valor de mercado?. Será una historia más de abandono del proyecto en fase de viales, como ha ocurrido en otros lugares (Parpalló, casas del Algar…).
En definitiva y para decirlo rápido y con claridad, el proyecto representa una filosofía de crecimiento urbano agresivo y destructivo del medio ambiente, que pretende transformar radicalmente y de forma negativa el hábitat de la zona -clima, paisaje, riqueza ecológica y forestal.- consagrando el modelo de «pan para hoy y hambre para mañana», frente a la idea tradicional de la Drova como zona residencial de baja intensidad y de turismo respetuoso con el medio, todo ello deteriorando la calidad de vida de los residentes y de los visitantes (ciclistas, campistas, senderistas, montañeros) que valoran la zona como un auténtico santuario del ocio al aire libre.
Y llegados a este punto, conviene recordar que, al contrario de lo que afirma una brillante teórica de la «derechona» local, la propiedad privada no es el derecho absoluto de hacer lo que a uno le venga en gana con lo suyo (nadie puede quemar su coche en medio del paseo o construir una torre de veinte plantas en el patio de casa), sino que el contenido de este derecho es el que definen y acotan las leyes, y no otro. Gracias a esto confiamos en que la normativa protectora del medio ambiente y la movilización de los residentes, ciclistas, montañeros y demás enamorados de la Drova, evite la catástrofe: ¡la Drova no es de PHOEBUS, S.A. ni tampoco del alcalde de Barx; es de los de la Drova y de los saforenses en general!.
Que así sea……
Joan Martí
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Joan Martí
jmarti@guia-activ.com Amigo internauta, colega derrochador de bits:Seguimos hoy con las historias de Gandia, historias a menudo divertidas o, cuando menos, curiosas. Como sabrás, – y si no yo te lo cuento -, la ciudad ha sido noticia de cierta relevancia en algunos medios de comunicación al aparecer como pionera en eso del «Contramedicamentazo», lo cual trata, como habrás adivinado, del arte o la habilidad de oponerse al «Medicamentazo» aprobado por el Gobierno del Estado. En sustancia, y salvo mayor precisión, el Ayuntamiento sufragará a los pensionistas aquellos medicamentos que, recetados por los servicios sanitarios de la Seguridad Social, no sean cubiertos por ésta. La decisión, a bote pronto, – y también a bote tarde -, se nos presenta como un poco demagógica y electoralista, si bien ha sido tomada por el gobierno municipal y refrendada por el Pleno con los votos de los grupos que lo sostienen (PSOE, UV y PDNI) y la abstención de otros. Aunque hay varias versiones sobre los detalles y los contubernios de los políticos en los pasillos sobre el alumbramiento de esta medida, la más fidedigna afirma que fue tomada a velocidad galáctica, con nocturnidad, alevosía y hasta ocultada a ciertos concejales del mismo grupo gobernante que, según se dice, se enteraron 10 minutos antes de hacerse pública.
Para cualquier observador de la situación en la ciudad, la medida supone otra pirueta más en la gestión errática y contradictoria del gobierno municipal en los últimos tiempos -Torres, murallas, parkings, regulación del tránsito, montajes «solidarios», etc. son otras tantas-, dando la impresión de que los ediles no se aclaran y no ven más allá de aquello que da titular en la prensa o en la tele. En todo caso, en la idea de aportar elementos para el debate en esta ciudad de nuestros pecados – y de nuestras virtudes, si las hubiéremos -, y, como siempre, sin ánimo de molestar a nadie, son de señalar varias cuestiones.
La primera consideración sería un simple ¿y por qué ahora?, ¿por qué esta precipitación?. ¿Por qué tanta sensibilidad social no había llegado al Ayuntamiento hasta ahora desde 1993 en que el PSOE dio el primer medicamentazo?, o, incluso, ¿por qué tampoco en los meses transcurridos desde que perpetró el PP el suyo?. La respuesta es simple: porque es ahora cuando faltan poco más de 8 meses para las elecciones municipales y urge el voto de los pensionistas, que se pretende subsidiado. (Decepcionante imagen de carne de voto y poco más la que tienen de los pensionistas cuando prevén que con la medida les ganarán la papeleta.)
La segunda es de tipo jurídico-legal, a pesar de que se ha proclamado a los cuatro vientos que los servicios jurídicos municipales avalan la legalidad de la medida. Y es que, como se dice en el mundo del Derecho, todas las cosas son opinables y en todo caso «Doctores tiene la Iglesia». O sea, que habría que ver que dirían los tribunales si a alguien se le ocurriera llevar ante ellos el Acuerdo del Pleno sobre este punto. La lógica meta-jurídica indica, sin embargo, que si las competencias políticas y de gestión se hallan repartidas por la Constitución y los E. de Autonomía entre las administraciones estatal, autonómica y periférica (Diputación y Ayuntamientos) difícilmente puede explicarse que -como en el velo de Penélope- lo que decide una de ellas venga la otra a anularlo. Resulta chocante que tome una medida quien aparece como titular de la competencia sobre la materia, -por ejemplo, el Estado-, y que pueda el Ayuntamiento tomar la correlativa «contramedida», contradiciendo, modificando o anulando la decisión estatal sin más, facto vía. ¿Dónde queda entonces la racionalidad y coherencia de la gestión del Estado en su conjunto?. Si en el marco de una política económica general y actuando una directriz de control del gasto se decide recortar la subvención de ciertos medicamentos ¿cómo explicar que otro Órgano del mismo Estado se dedique a subvencionarlos?. Extraña lógica que nos lleva directamente al absurdo -salvo mayor precisión, justificación o matiz que el gobierno municipal hasta ahora no ha hecho-.
La tercera consideración es de «estilo de gestión», resultando de demagogia al por mayor el que la medida se quiera justificar en un pretendido caché de «izquierdas». (¡Dios mío, creía que ya lo había visto todo!). En serio, ¿es de izquierdas la medida?. ¿Cómo o cuánto «de izquierdas» es? ¿Es más de izquierdas que otras posibles?. Veamos. En un presupuesto cerrado, en el que lo que se pone en un sitio se quita de otro, y al que concurren varios capítulos de extrema necesidad social no es posible sostener tal burrada. No es posible sostener que sea más de izquierdas subvencionar medicamentos a los pensionistas en su conjunto, como colectivo y sin evaluar su situación económica particular, que el ayudar a las familias necesitadas del municipio que malviven en el umbral de la pobreza, o que el invertir los 34 millones calculados -al parecer deprisa corriendo y con técnicas presupuestarias predictivas a lo Rappel- en ayudar a los necesitados de la ciudad. Tampoco parece muy progresista el subvencionar por igual al pensionista que tiene una paga mensual de treinta mil duros que al que cobra una mísera pensión no contributiva inferior a los diez mil. Y posiblemente fuera más de izquierdas invertir el mismo dinero en subvencionar a los desempleados que tienen necesidades vitales de auténtica subsistencia y no disfrutan de Prestación o Subsidio de Desempleo. Y, sin salir del mismo campo de la sanidad, más aún lo sería el usar el mismo dinero para subvencionar las prótesis ortopédicas y otros elementos que no cubre la sanidad pública y que son absolutamente imprescindibles para las terapias. Decir pues que la medida es «de izquierdas» resulta puro engañabobos o banalidad demagógica que asombra al sentido común, apta sólo para titular de prensa cazado al vuelo de campaña preelectoral.
Por último, queda la duda razonable sobre el fondo de la medida. Por una parte, fueron los expertos médico-sanitarios quienes aconsejaron al gobierno estatal del PP -como en 1993 lo hicieron al del PSOE- el retirar de la circulación medicamentos mantenidos en términos de pura «marca» (como las deportivas kelme, rebook, adidas…) y para exclusivo beneficio de laboratorios, medicamentos a veces de nulas cualidades curativas y usados simplemente como placebos, manteniendo una lista más restringida de productos para los mismos efectos farmacológicos. Se evitaba así -decían- el uso y abuso de los mismos y también la picaresca de acapararlos y revenderlos, no ajena a los usos de algunos pensionistas, además de un chorro de millones. Por otra parte, voces médicas cualificadas razonaron entonces y razonan ahora la necesidad de mantenerlos al ser insustituibles por sus efectos farmacológicos contrastados. Honestamente no tengo ni datos ni conocimientos para sostener una u otra opinión en este punto, aunque creo en todo caso que la decisión debería contener una fundamentada base técnico-médica, con lo que habría que ver si es mejor el criterio de los expertos municipales (de haberlos, que parece que nos los hay) que el de los estatales y autonómicos que aconsejaron la medida. Sin embargo, está claro que nuestros concejales no tienen tantos perjuicios ni remilgos de honestidad; la honestidad y la racionalidad mal se avienen con el electoralismo, por lo que no les tiembla la mano al tomar la decisión a la babalá con criterios puramente políticos o, peor, de exclusivo marketing electoral.
Parece que lo razonable hubiera sido un estudio previo del asunto, con asesoramiento de expertos, previsiones y cálculos presupuestarios y, a su término, una decisión a poder ser consensuada con todos los grupos. Sin embargo, en esto como en otras cosas, dos o tres concejales, detentadores del talonario y de la disciplina del grupo, tienen la facultad de erigirse en expertos de cualquier cosa e imponer decisiones demagógicas a cargo de un sufrido presupuesto municipal que, – valga la oviedad -, sufragamos todos, a mayor gloria de su promoción electoral. Es obvio que los progresistas de buena voluntad y sensibilidad social estamos por la gratuidad total de todos los medicamentos necesarios para la salud y de cualquier medida de carácter solidario en beneficio de los desfavorecidos, pero eso nada tiene que ver con precipitadas medidas en clave de pura campaña electoral. De todos modos, de más gordas las veremos…
Un saludo linkado…
Joan Martí
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Joan Martí
jmarti@guia-activ.com Amigo internauta:Si lees los periódicos y sufres la tele, sin duda sabrás que un fantasma sin sábana recorre el mundo de la política socavando cual topo taimado las bases mismas del sistema de partidos y haciéndose caca en la pizpireta teoría democrática de la representación/representatividad: El tránsfuga.
Tan es así, que los partidos, alarmados por el asunto, han firmado un reciente compromiso de actuación con relación a este espécimen peculiar, parasitario y listo como el Lazarillo, que florece en la fauna política, aunque, en este duelo de pillos, está por ver en qué estaban pensando cuando lo firmaban y si todos lo aplicarán en la letra y en su espíritu en las próximas elecciones y periodos legislativos. (Admito apuestas de un duro)
Como se sabe, la democracia actual y la teoría/práctica de la representación resultan de un largo y atormentado proceso de evolución histórica que podría recogerse en libro el Gran Manual de la Democracia, tocho más gordo que el Libro de Petete pero sin dibujos y de edición probablemente incierta. El libro está hecho de retazos y costuras de pensadores políticos arcaicos, – Aristóteles -, rudimentos de la democracia anglosajona – John Locke -, doctrinas de la ilustración – Rousseau y Montesquieu -, y estudiosos del asunto en general – Weber, Parsons y Hariou, por ejemplo -, y consagrado y reiterado cada día por la voz del «sistema» encarnada en los telediarios, mayormente cuando informan sobre la clausura del año parlamentario u otra efeméride-fiesta-institucional. (Perdóname por las citas, que tal vez te parezcan pedantería de «releído», y con razón, pero es que tuve que empollar todo ello en Derecho Político – que por cierto decían que era una maría – y no veas la alegría que me da el poder sacarle alguna utilidad al cabo de tantos años. Comprende que todos somos humanos) Continuo. Además de esta teoría general, hecha de retales como digo y cuyo estudio, siquiera somero, nos dejaría exhaustos y sudando la gota gorda, miles de textos, tesis y estudiosos refieren la amplia casuística teórica en función del particular objeto de análisis: teorías de la elección pura, caucus, convenciones y primarias; elecciones directas e indirectas, listas cerradas y abiertas, la proporcionalidad y la maldita Ley D’hont; la práctica en la antigua Grecia y en la Roma de los cives o las tribulaciones de la Edad Media, los sistemas de las tribus teutonas donde los tipos libres eligen a los tipos reyes, los emperadores del Sacro Imperio Romano Germánico, la Venecia medieval del Dux, etc., etc. (¿Te aburro?, ¿No?. Pues sigo.)
Así, después de tanto siglo y experimento, existe consolidado un complejo cuerpo teórico que sustenta las bases de la convivencia política -grandiosa frase- en nuestro amado occidente de estos días. (Por cierto que ya próximo a la enésima glaciación y al vuelta a empezar, según predicen los últimos estudios de los expertos que leí hace unos días estando ocioso.)
En el citado gran Manual de la Democracia, con gran injusticia para la figura, no existe, sin embargo, ni un solo capítulo dedicado al tránsfuga, lo que se explica en que es un prototipo político de reciente aparición, aunque de rabiosa actualidad y al que últimamente le llueven los guantazos de canto. Sí los hay, y muchos, sobre los partidos, pieza básica del sistema, como se sabe. En su apartado de ficciones formales piadosas, el texto apócrifo define los partidos como organizaciones creadas para contribuir de forma democrática a la determinación de la política nacional y a la formación y orientación de la voluntad de los ciudadanos, promoviendo su participación en las instituciones mediante la formulación de programas, la presentación y apoyo de candidatos en las elecciones expresando el pluralismo político, siendo instrumentos de participación política que, en general y a excepción de los de vocación extraparlamentaria, concurren a las elecciones. Las elecciones – continúa – es proceso mediante el que el electorado de un Estado, Comunidad, Municipio u otra jurisdicción selecciona a las personas para ocupar roles de autoridad, eligiendo cargos ejecutivos, legislativos, administrativos y, en algunos Estados, hasta judiciales. Los partidos tratan de obtener el poder mediante el apoyo popular manifestado en las urnas y se integran por militantes, cuyos derechos – dice – consisten en ser electores y elegibles para todos sus cargos, estar informados sobre sus actividades y situación económica, y concurrir para formar sus órganos directores. – ¡Uf, casi me ahogo por soltarlo de carrerilla! -.
Bueno pues eso. Mucha literatura, como se ve, pero del tránsfuga ni un párrafo, lo tal que nos deja desconsolados y sin base teórica para abordar el suceso.
La historia, por su parte, aun pródiga en hechos y deshechos, tampoco nos cuenta nada del fulano, aunque si nos da figuras de alguna similitud. En la peninsular, por ejemplo, tal vez toma parangón en los witizianos que entregan al moro la llave de la Ibérica en la gresca de Guadalete, o en Audas, Ditalkón y Minuros, que, a nómina del Cónsul Servilio Cepión, le dan matarile al Viriato, siendo ya un clásico el Bellido Dolfos, prototipo de traidor histórico, quien al grito de todo por Castilla y en interés de Doña Urraca (o de ¡jódase Doña Urraca!, que hay varias tesis), le quita el hipo a Sancho II el Fuerte con una daga traicionera, dejándolo de paso menos fuerte y más fiambre. Aun así, como se ve, tampoco esto es mucho para acercarnos a Piñeiro, Rahola, Almeida y a otros personajes que, por más cercanos, nos resultan más queridos. Huérfanos pues de cualquier cuerpo teórico-político para echarle un galgo al tránsfuga, sólo cabe el recurso de darse un garbeo por la vertiente sociológica del asunto, tal que una caminata por la «Dinámica de grupos», y visitar a Kurt Lewin en 1945 en el CIDG del Instituto de Massachusetts de Tecnología, el que, después de hacernos pasar y ofrecernos un te en batín y zapatillas, nos dice que hay que abordar las trastadas del tipo en el marco de la conducta de los seres humanos en grupo y, en especial, de las interacciones que se dan entre personas de grupos pequeños relacionadas entre sí por actividades de trabajo o sociales, deteniendo el análisis en su estructura y funcionamiento y en los diferentes tipos de roles que adoptan los miembros del grupo. Y es que el tránsfuga tiene algo que ver, – tal vez todo -, con la naturaleza humana más profunda. Ahí vamos.
Como se sabe el tránsfuga nace y se hace – generalmente y sin entrar en casuística más rebuscada que incluya al Espíritu Santo – en una lista electoral a la que se encarama a codazos, haciéndose fuerte y cabalgándola hasta las urnas. El cómo se aúpa a la lista, la mayoría de las veces depende de su destreza en manipulaciones, – miente y remiente con desparpajo, oculta, desinforma, intriga, compadrea, infundia… – y, ¿por qué negarlo?, del culto a la personalidad de algunos militantes que no lo «calan» a tiempo.
De modo que, – cogiendo un caso imaginario cuyo parecido con la realidad, advierto, sólo puede existir en la mente calenturienta y perversa del lector – el tránsfuga, a menudo con lenguaje estético por incendiario y contrasistema (no al papel couché, menos sueldo a los concejales, todo el poder al ciudadano, dejadme lo de tal barrio que lo resuelvo en diez minutos, etc.) en algún caso recita su letanía en técnica de declamación y versos asonantes o monorrimos formando el mensaje electoral del lugar común: que no gane la derecha – también podría declamar que no gane la izquierda sin mayor problema, según el caso -, moralicemos la vida pública, etc.; una buena pasada por la retórica demagógica, o sea.
Sea como fuere, lo cierto es que, al rebufo del partido que lo encumbra, a la sazón en ascenso en la demoscopia, y de los compañeros que le pegan los carteles, el día de urnas se levanta con el Santo y la peana entre vítores de sus devotos.
Y justo ahí comienza el calvario… de sus devotos. Ya que, llegado el día en que ya le ha tomado el gusto a la cosa, el susodicho, acomodándose a los nuevos tiempos y al «lenguaje» del «sistema», se monta uno «pret a porter» para el caso: «antiguos compañeros malos, retrógrados; mi pasado no existe, reconstruyamos no se qué», y abomina de quienes le apoyaron en el partido – pobre morralla que me ayudó en la intendencia – y pasa de quienes le votaron en las urnas, (varios miles a menudo), para pegar la espantà y salir a escape llevándose puesto el cargo y los pluses complementarios (dietas, indemnizaciones y similares). De modo que, usando la magia Borrás, en un solo acto le pega el timo de la guitarra al votante, a sus colegas de partido y a todo quisqui, ciscándose en el histórico y teórico-cultural del concepto democrático.
Sus antiguos compañeros de partido se quedan como idos, sintiéndose traicionados: ¡Dios, es que se ha llevado hasta el papel de calco!. Y yo, por mi parte, me quedo preparando el próximo capítulo donde trataré de descender más al detalle y menudeo de la personalidad y actitud del individuo, pese a quien pese. Hasta entonces, suplícote te lo pases lo mejor que puedas.
Un saludo.
Joan Martí (Gandia)
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Joan Martí
jmarti@guia-activ.com (Para seguir el hilo, repásese el capítulo anterior, si se tiene tiempo)Amable internauta:
Antes de comenzar donde nos quedamos en el capítulo anterior te aclaro que lo que sigue no tiene como finalidad perjudicar o molestar a personas concretas. Realmente sólo se trata de analizar situaciones y actuaciones del sujeto político como especie, como «homus politicus». Te comento esto porque a raíz del anterior artículo, y de la versión papel de este que ahora tienes ante ti, me han llovido algunas descalificaciones e insultos vía forum. Ciertamente son insultos cibernéticos, sin sustancia material, como una ristrera de bits, por lo que no me afectan mucho, la verdad, pero en todo caso creo de justicia aclarar mi postura para evitar malentendidos.
Y es que, tal y como he contestado en el propio forum a mis amables (¿amable?) insultadores, en una réplica titulada «JOAN MARTI ALS «AMICS»», «…lo que resulta deplorable es el transfuguismo, el engaño a los electores, el trepismo y la falta de principios morales y políticos; ello es la categoría; lo anecdótico, por contra, son las personas de los sujetos que perpetran las trastadas, se trata de pobres diablos que parasitan las imperfecciones del sistema democrático. Por lo mismo, lo lamentable es que la gestión de un presupuesto de 8 mil millones y algún centenar de empleados pueda estar en manos, en todo o en parte, de algún inepto aspirante a tecnócrata, para más señas, ególatra de medio pelo que en la sociedad civil tendría dificultad para emplearse como aprendiz de auxiliar administrativo; eso es la categoría; que los tales seáis tu, tu jefe y algún colega es, como te digo, la pura anécdota y no deberíais tomármelo en cuenta».
O sea, que lo que tiene interés sociológico es la situación, el acto y el funcionamiento del sistema, siendo el D.N.I. y circunstancias personales de los tipos que los encarnan bastante irrelevantes. Y a ello no empece el que algún lector pueda pensar por su cuenta y riesgo en alguna coincidencia con lo sucedido en esta Gandia de nuestros pecados. Ciertamente la imaginación es libre… ¡Faltaría más!
Aclarado todo ello, sigamos donde nos habíamos quedado. En el número anterior nos quedamos analizando el por qué se transfuga el tránsfuga, valga la redundancia transfugadora. Pues bien, ello no tiene mucho misterio y sí algo que ver, – posiblemente todo -, con sus cábalas y cálculos sobre como conservar el poder y el rol tan arduamente conseguido, o sobre como aumentarlo.
Es pura naturaleza humana. El tipo puede cavilar, por ejemplo, en que de seguir en el mismo partido a las próximas no repetiría, lo que sería gran contrariedad ahora que le comenzaba a tomar el gustillo al asunto, o que lo de concejal se le queda corto y el llegar a diputado, senador o cualquier otra figura prócer de la Patria, estatal o autonómica, – ¡Tu vales mucho nene! – exige cambiar de aires. Tal vez otro partido mayor con garantía de resultado más fiable… Es cierto que a menudo sus análisis y cábalas se revelan tan certeros como lo fue la teoría geocéntrica en astronomía, pero eso es otra historia.
Lo cierto es que el tránsfuga, con principios morales tan recomendables como los de Arizamendi, el «mochaorejas» mexicano, con manifiesto asco y repugnancia por la ética y sin muchos remordimientos sobre la licitud de su conducta, después de comentarlo con su ego en reunión en privado, decide cambiar de aires – ¡Denles pol saco a compañeros y votantes! – y mandarse mudar hacia el sol que más calienta: ¿Al PSOE, al PP, a EU, a UV..?, ¡Qué mas da!. Eso es bastante secundario para nuestro héroe.
El tránsfuga, obvio es decirlo, cuando se lleva consigo el poder, las prebendas y los empleos a repartir, no se transfuga solo, – de hecho, de no llevárselos ni siquiera se transfugaría -, sino que viaja acompañado de un séquito o grupo de fieles: unos cegados por la buena fe y por el carisma del caudillo, al que en su día vieron alto, guapo, con pelo rubio y destinado a llevarles a la tierra prometida como nuevo Moisés que se atrevía con la zarza ardiendo; otros, más arteros, sí saben lo que se pescan y lo siguen a rueda para sacar buena tajada – una secretaría de grupo, un empleo para sí o para un pariente- que la cosa está chunga y en la sociedad civil agobia el paro.
Por su parte, el elector, triste elector y sujeto pasivo del invento, queda ayuno de representante, como huérfano de padre político. Y ahí está lo chusco del transfuguismo: el voto choteado, sisado y burlado en el zurrón del transfugado – ¡Vive Dios que pareado! -. Queda pues el elector sin representante y con el simple derecho al pataleo o a llamarle sinvergüenza al susodicho. (Reclámese al maestro armero y espere a votar en las próximas, creo que recomienda el gran Libro de la Democracia).
En cuanto al partido que le encumbró, a veces queda hecho unos zorros, en cuadro y con lo puesto, otras hasta con la deuda de la campaña. En todo caso queda sin representante de su ideas y programas y privado de la institución a cuyo efecto destinó esfuerzos y ansias. A veces incluso queda «tocado» en su funcionamiento, en cuanto que el tránsfuga, de paso y casi sin querer, se llevó la pastizara, o sea, la tela de la subvención del cargo que permitía atender los gastos.
Volvamos al transfugado. Pese a sus certezas metafísicas, alguna noche no puede dormir y se le aparecen refulgentes las siglas del partido abandonado, y hasta algún elector le da caza en camisón y papeleta en ristre – ¡Canalla, tornam el vot! -. De modo que se despierta sudando y mira debajo de la cama por si está emboscado el maldito elector. ¡Uf, que pesadilla, menos mal, estoy vivo y tengo el puesto!. De modo que, nervioso y con el furioso arrepentimiento del judío converso, se lanza a la caza de antiguos compañeros, testigos molestos de sus hábiles trapacerías.
Así que pone en marcha un gran discurso rimbombante y ampuloso con tópicos para el bendito pueblo, – ya se sabe lo de que la mejor defensa es un buen ataque – y comienza a pergreñar fabulosas explicaciones y justificaciones del por qué se dio el piro llevándose hasta las cortinas. Ahí es cuando emerge su mejor capacidad de elaboración discursiva para lerdos y entregados: El bueno yo, los malos los otros; reconstruyamos no se qué, posibilitemos no se cuanto, cerremos el paso a no se quien. ¡Viva yo, mi, me, conmigo en singular!.
Y si el discurso anterior no cuela, y teniendo ya por desterrada la ética que le agobia un tanto, da otro paso para ciscarse directamente en la estética. Y ahí aparece imparable la egolatría, ajena a cualquier sentido del ridículo: El partido no existía, su programa tampoco. El partido era yo. Los electores me votaron a mí, ¿no lo entienden?, ¡Pues bien fácil es!. Y ¿quién dice que el elector votó al programa y al partido?, ¡Valiente burrada!. El elector me votó a mí, a mi carisma en esta ciudad, como es público y notorio, justo y necesario.
Y si acaso le persiguiera la mala conciencia – lo cual es un simple decir y licencia literaria, entiéndaseme – se marca nueva finta dialéctica, una especie chotis del lenguaje: Escisión, he ahí la clave, amigo. ¿Acaso no han oído hablar vdes. de la escisión?. Yo no me transfugué, me escindí y me siguieron mis fieles. ¡Quede bien claro!. ¿Qué por qué no les pregunté a los votantes que a quién habían dado su voto y a quien querían en la institución, si a mí o al representante del partido que votaron?… pues la verdad es que no voy a contestar preguntas impertinentes, oiga.
Y si al cabo de un tiempo la realidad se muestra terca y el resultado no es el previsto, – ni el antiguo partido se hunde ni el nuevo despega en sito alguno -, entonces es cuestión de dar un paso más ya que la cosa se pone chunga y hay peligro de quedarse sin «pillar». Pillar, pillar, la obsesión de nuestro héroe. Ahora hay que pillar como sea. Un cambio de postura, un apoyo en una gestión, un lo que sea; cambio cualquier cosa por un sitio en la próxima lista (de los que salen, por supuesto).
Y como todo proceso de metamorfosis tiene su morbidez, no es raro que aparezcan los ataques de amnesia: ¿sueldos más bajos a los políticos..? pues… no recuerdo yo haber dicho tal; ¿política informativa de papel couché…? … pues mire, ahora no caigo, además no vamos a privar al bendito pueblo de la fotogenia de sus líderes naturales; ¿comparecencias, ruedas de prensa y fotos para inaugurar un basurero…?, y ¿qué hay de malo en ello, oiga?. Las que hagan falta, por supuesto, ¿o acaso se va a privar al pueblo de contemplarme a mi y al basurero?. Los funcionarios… ¿qué pasa?, ¡Ay los funcionarios!, ¡Ya aprenderán lo de la dignidad del cargo y el respeto a mi persona!, ¿Déspota, ególatra y dictadorzuelo…? ¡Eso no me lo dirán a la cara!.
Puede ocurrir que la cosa no marche y se complique, que lo de «pillar» se ponga chungo al haber poco pollo para tanto comensal… y que, para mayor contrariedad, no quede mucho para los que siguieron al Moisés, que también quieren «pillar»… Entonces la cosa se alía con la Ley de Murphy y tiende a empeorar. Pero eso lo veremos otro día. Por ahora, los dados están rodando…
Un saludo.
Joan Martí (Gandia)
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Joan Martí
jmarti@guia-activ.com Amigo internauta:De nuevo en la carretera (autopista) de la información para contarte unas cuitas. El tema va de los ideales, el idealismo y todo eso y viene a cuento de una polémica que se ha venido dando en estas páginas a cuenta de unos artículos publicados en el medio por tu humilde corresponsal. Te digo. El asunto es que, en debate sobre algún tema de gestión municipal, – en particular sobre el dichoso parking del riu Serpis -, amigos anónimos que hasta ahora desconocía, y a los que desde aquí saludo agradecido, me han felicitado apoyando las ideas propuestas, tanto en papel como en esta web y en otra. Los contrarios a las mismas, – que también los hay y que desde luego no me han felicitado -, sin mayor razonamiento o criterio más allá de algún insulto o imputación divertida, (puedes consultar el forum), las han tachado de idealistas, oponiendo – dicen – la cruda realidad al idealismo de propuestas tan románticas como inviables. Pues bien, el caso es que aunque me emocioné como el que más viendo los Puentes de Madison y se me hace un nudo en alguna escena de Casablanca, es lo cierto que no me tengo yo por excesivamente romántico; sólo lo justo para hacer bien el papel de amante cuando se descubre el amor y todo eso, ni tampoco por idealista en el sentido que me achacan. No hay tal, pues. Es decir, no hay tal y sí hay tal. Me explico.
No hay tal idealismo, desde luego, si hablamos en sentido filosófico. O sea, en el de la teoría ya clásica según la cual la mente se impone a la realidad, como nos enseñan el viejo Platón, el joven Kant y el clérigo Berkeley, y mucho menos si nos llegamos hasta el solipsismo, como expresión más radical de aquella. Si acaso, y a lo sumo, me cojo la derivación idealista-dialéctica del mejor Hegel y ahí acaba la historia de mi idealismo filosófico.
Sin embargo, parece que el personal no se refiere al idealismo como teoría filosófica, si no al idealismo en lenguaje de andar por casa; esto es, a la acepción que lo entiende como propuesta política y social más o menos bienintencionada pero alejada de la realidad. Pero tampoco esta acepción se ajusta a la realidad de las cosas. Tampoco desde este punto de vista hay tal. Y no hay tal, porque, según yo lo veo, sólo la irracionalidad del sistema mediático-cultural llega a posibilitar que lo que de suyo es negro haya de verse como blanco so pena de ser tachado de idealista: El que un aparcamiento sea público y gratuito es algo tan racional, – o al menos lo es tanto -, como el que lo sea privado y de pago, y mal está la cosa cuando propuesta tan inocua (salvo para las arcas municipales y para las de la Empresa concesionaria) llega a considerarse como idealista o «alunada». Como dijo no se quien, mal andan los tiempos cuando se ha de razonar lo obvio y evidente. Creo que existen multitud de propuestas e ideas sociales sobre administración y gestión de lo público que resultan perfectamente congruentes y lógicas, y que sólo los valores sobreentendidos del «sistema», que se proponen como paradigma cultural de la época, las hacen idealistas y perseguibles casi de oficio «por ser inviables», – se dice, con un tanto de demagogia y un cuanto de memez -. Sin embargo, párate a mirar con atención la ciudad, una calle, un servicio municipal, una actuación del gobierno, etc. y ponte a reflexionar aplicando el sentido común, sentido el sentido sin burocracia, subvención o comisión, o sea. Sin duda te sorprenderá del resultado y a la conclusión así obtenida jamás se te ocurrirá calificarla de «idealista».
Si me pido, por el contrario, otro tipo de idealismo, – continuo con el «Me explico»-, y es aquél que se define como el deseo de hacer o de vivir lo que se considera mejor, en actitud de crítica a la realidad vigente, a menudo establecida desde posiciones de dominio por los otros sujetos sociales. Y añadiremos que este «idealismo» es, por cierto, una constante en la civilización humana. Se pude afirmar incluso, en frase grandilocuente y rimbombante, que todas las civilizaciones que lo fueron incorporaron este «idealismo» como aspecto esencial de su existencia. Es más, sin largar tanta teoría, bastaría con remitirnos a los griegos del siglo de Pericles, a Tomás Moro, al Renacimiento o a las Revoluciones de hace dos siglos a esta parte, para ver que tal idealismo es sinónimo de humanidad; que es su sustancia, en suma.
Con pretensión de debate – y posiblemente me esté metiendo en un buen lío dialéctico -, diré que, desde el punto de vista ontológico, este idealismo social puede justificarse adjudicándole una naturaleza cuasi de biología evolutiva, ya que, más allá de consideraciones inciertas, – en el sentido de opinables -, sobre la posibilidad de trascendencia a otras dimensiones o vidas ulteriores, hay que pensar que, estadísticamente, tenemos entre 70 y 80 años de vida útil, periodo mayor que los coches a gasolina pero, al cabo, ridículo frente a la longevidad desmesurada del universo. Es de suponer, por tanto, que dentro de unos años nadie hable de nosotros, quedando en la crónica de la pequeña historia del poblado sólo como individuos que pasamos por aquí de puntillas y sin hacer mucho ruido («nadie hablará de nosotros cuando estemos muertos») y que a lo sumo estaremos en signos en un registro civil que, a la sazón, un estudioso historiador estará expurgando en DVDs de enésima generación, – o en cualquier otro sistema de almacenamiento de la información de moda en la época del erudito -, al amparo de una subvención municipal o en el marco de su tesis doctoral sobre la vida vegetativa de los humanoides en el ocaso del segundo milenio. Así las cosas, ¡a quién le importa si mi bisabuelo fue funcionario, tuvo querida o llegó a amasar tres hectáreas de tierra y una casita en el campo como segunda residencia!. Así pues, comprendo y respeto las web-opiniones sociales y políticas de mi amigo C.T., por ejemplo, – con el que, como él dice en el foro referido, coincido muy poco, aunque me admira su honestidad intelectual -, y entiendo su ánimo de amasar millones a cientos y de ser líder empresarial en su sector, al igual que el del empleado que aspira a retirarse a los sesenta con una suculenta pensión para disfrutarla si las enfermedades le respetan. Sin embargo, por mucho que nos empeñemos, frente a los agujeros negros o las supercuerdas de Hawking y Penrose y a la evolución pasada y futura de «esto», resultan un tanto irrelevantes las peripecias personales y el triunfo social de mi bisabuelo, de C.T. y el mío propio. ( Así comencé a percibirlo un día tonto pensando en Morrison, Picaso, Sagan, Russell, Ginsberg, Da Vince, Einstein, Ernesto Guevara y otros que, como mi bisabuelo, también se habían ido discretamente. )
Regresando a la seriedad y según todo ello, parece más razonable sostener que mi bisabuelo, – su existencia -, desde una perspectiva histórica y al margen de las comodidades particulares que pudo disfrutar en su magro ciclo vital, – las excelencias amatorias de su querida, si la tuvo, y el roce en el gaznate del buen comer -, sólo podrá justificarse si en algo contribuyó a mejorar la vida de su especie, esto es, a puro beneficio de inventario social: Si en algo contribuyó a evitar la destrucción del planeta, las minas y las guerras, la hambruna y la muerte de sus semejantes, la tragedia de los niños de Sudan, culpables de no llamarse Felipes, Froilanes, Guillermos o Paquirrinis, la crueldad, la estulticia, y la hipocresía, y, desde luego, si en algo contribuyó a erradicar el dominio cultural de las elites (algunas de medio pelo) que, instaladas plácidamente en el Presupuesto, ya entonces decidían, como ahora quieren decidir, lo que es política y socialmente «correcto» al objeto de aislar y fumigar el virus del idealismo disolvente, atentatorio contra el sistema, negándonos incluso la posibilidad de rebelarnos, siquiera sea mentalmente, para razonar inocentemente sobre lo obvio.
Y es que, ya acostumbrados a residir en el reverso de la historia, sabíamos que no era «correcto» eso de pedir lo imposible cuando resultaba muy imposible, y que siempre te podía aparecer un De Gaulle en chancletas, de esos de andar por casa, para discursearte un solemne «el orden – lo correcto – debe ser mantenido porque… el orden debe ser mantenido», pero que ello pudiera suceder por pedir inocentemente un simple parking público y gratuito, pues, la verdad, eso nos ha dejado un poco descolocados. Aun así y desde luego, ¿idealista?, ¡Sí, Gracias y Vd. que lo vea!
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Joan Martí
jmarti@guia-activ.com Considerando que en nuestro sistema no es posible la responsabilidad penal de una persona jurídica, ni tampoco la colectiva, me parece aberrante el cierre de la actividad de una Empresa, máxime cuando al tiempo se cercena el derecho a la libertad de expresión y, -no lo olvidemos-, el derecho de los lectores a recibir información, resultando una actuación judicial que, en mi opinión, sólo hace que legitimar a los que niegan la existencia del Estado de Derecho.
Desde un punto de vista estrictamente legal y jurisprudencial, hay que advertir que ya el propio Tribunal Constitucional declaró en su momento la inconstitucionalidad de dicha medida tomada contra cualquier medio de comunicación, lo que en su día incluso llevó al ministro Belloch a no promover la misma actuación en una situación de pruebas e indicios bastante similar a la actual.
Desde el mismo punto de vista, ampararse como hacen algunos para justificar el cierre en las imputaciones de levantamiento de bienes, deudas a la seguridad social y similares, denota simple fariseismo o desconocer la realidad española, en cuanto que se han dado y se dan actualmente miles de casos similares (algunos referidos a medios de comunicación) y jamás se ha tomado tal medida cautelar de cierre de la actividad.
Es más, incluso de probarse la conexión de personas del diario o de la empresa editora con ETA, sólo cabría individualizar la responsabilidad criminal, instruir, juzgar y sentenciar a los responsables, pero nunca eliminar radicalmente las libertades y derechos precitados.Desde el punto de vista político, creo que la medida constituye un error, en cuanto que viene a enquistar más el problema vasco, apostando por el «todo vale» y dando la impresión de que la justicia puede instrumentalizarse al servicio de una estrategia política, lo que da alas y legitimidad a los violentos que invocan, una vez más, como los hechos, en la versión que tienen ellos de los mismos, -El Estado Español, sus tribunales, su policía, todas las instituciones en guerra contra ellos-, les dan la razón. En este sentido, mal servicio hace a la democracia el Sr. Mayor Oreja cuando aparece en los medios de comunicación como promotor de la operación y dando datos sobre un sumario que teóricamente es secreto, tendiendo a confundir la acción policial con la judicial, con lo que da argumentos, otra vez, a los que cuestionan la separación de poderes, el Estado de Derecho y todos los principios del sistema democrático.
En cuanto a los líderes sociales, intelectuales y demás, las respuestas de algunos de ellos me han parecido decepcionantes, ya que, a fuer de defender «el sistema», llegan a legitimar el «todo vale» y, por tanto, la sinrazón. Particularmente patético resulta ver aparecer «juristas» por todos lados (hasta Antonio Gala va de tal) que interpretan las leyes fiándolo todo al contenido de un Auto -secreto hasta ahora- que desconocen, pero que esperan y suplican que sea «suficiente», o sea, suficientemente fundado, para conciliarlo con sus conciencias, como si no hubiera precedentes ilustrativos y famosos de los autos y de la actividad instructora del Sr. Garzón y como si hubiera de prevalecer la presunción de infalibilidad de los autos frente al principio de presunción de inocencia, la libertad de expresión y al derecho a la información.
Por mi parte, creo que todos tienen derecho a expresarse, y mucho más aquéllos con los que estamos en desacuerdo: sólo el diálogo, el escuchar, aunque sean barbaridades, puede llevarnos a acabar con esta tragedia que ya dura casi cuarenta años. Ni la UCD, ni el PSOE, ni ahora el PP, han logrado acabar con el problema; ni por la vía legal (policial y judicial) ni con los atajos del GAL y similares. No ha sido el ejército ni la policía, ni los tribunales especiales ni el uso «excepcionalmente compulsivo» del Derecho, lo que ha llevado la solución a Yugoslavia, Palestina, Irlanda del Norte y tantos otros lugares de conflicto al cabo de años y miles de víctimas; fue el diálogo, la negociación, el dejar hablar, el escuchar… lo que acabó con dichos dramas.
Es posible que esta opinión resulte impopular y que lo «conveniente» hubiera sido sumarnos al coro de los que piden sin más la ley del talión, la pena de muerte, el todo vale y todo eso, pero la experiencia de cuarenta años demuestra que esa línea no conduce a nada absolutamente y que, desde un punto de vista siquiera fuera práctico, de aplicar dicha estrategia, dentro de otros tantos años estaremos igual, aunque con unos cientos de cadáveres más y otras tantas familias desoladas. Y es justo eso lo que hay que evitar.
Joan Martí (Abogado)
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Joan Martí
jmarti@guia-activ.com Amigo internauta:De nuevo en la carretera a lo Kerouac, en esta especie de «road move» de política muncipal gandiense en autopista de la información y bla, bla, bla…
Ya conoces los antecedentes en los dos artículos anteriores, los que te «linko» a renglón seguido por si quieres seguir la saga: LA SOLIDARIDAD; MENTIRAS Y CINTAS DE VIDEO (PARA LOS TELEDIARIOS) y GANDIA SOLIDÀRIA: EL DESASTRE DEL TITANIC Y LOS CONCEJALES AUTISTAS. La cosa iba sobre los actos celebrados entre los días 1 y 3 de Mayo en desarrollo de la idea de la solidaridad en Gandia bajo patrocinio municipal y que se llamó «Gandia Solidària».
Al día de hoy sobre el evento se ha escrito casi todo y, al mismo tiempo, nada sobre su futuro. Sin embargo, el proceso de discusión abierto en la sociedad gandiense, sus políticos, las ONGs, etc., ha permitido dar a la luz conclusiones como las que seguidamente te cuento.
Por ejemplo, hoy ya hasta los amiguetes o palmeros más conspicuos del responsable municipal del evento, llámense secretario del partido o periodista de la claque y también del partido o simple intelectual orgánico con más de lo segundo que de lo primero, que de todo da la agricultura de la «terreta», a pesar de haber actuado al principio -lealtad obliga y eso les honra- como los cimbrios que se encadenaban entre sí para combatir hasta la muerte en defensa de sus mujeres, hijos y haciendas y haber echado el resto, o, por mejor decir, cartas a los periódicos con invocaciones grandilocuentes y etéreas a la idea de la solidaridad y a la perversidad intrísica de la derecha y tal y tal, han tenido que rendirse ante la evidencia del magro resultado del evento. Es más, ya hasta comienzan a rendirse a la idea de que no existe ningún contubernio formado por el PP el BNV y elementos disolventes y resabiados que van por libre, como nos rumoreaban a destajo. Y es que la realidad es tan terca que viene a cuento lo de Confucio cuando dice que sólo los cobardes o los necios, cuando alguien pone el dedo en la llaga, se molestan con el dedo y no con la llaga.
En la misma línea, en la reunión que tuvimos en el Ayuntamiento hace unos días las ONGs y los responsables del gobierno municipal, fue de agradecer la autocrítica de la alcaldesa, creo que sincera, reconociendo errores y pidiendo nuestra colaboración (la de las ONG) para evitarlos en próximas ediciones, si se hacen, lo cual es rara avis en la mayoría de los políticos y obliga a transmitir desde aquí mi felicitación por estar a la altura de las circuntancias y, según parece, con la suficiente sensibildad para reconocer la naturaleza del problema. (Otro gallo le hubiera cantado al Sr. Boix si hubiera él adoptado la misma actitud desde el principio: Errar es humano, comprensible y hasta disculpable, pero del «sostenella y no enmendalla» y de la prepotencia, en cambio, lo mejor que se pude decir es que resulta lamentable.)
También hemos avanzado en otra idea fundamental, ya que hoy casi nadie sostiene el criterio de que se puede tirar el dinero impunemente al amparo de la sacralidad de la idea «solidaridad», ese «todo lo que se invierta en solidaridad está bien invertido» que ha dicho algún brillante defensor del pasado evento. Ya se acepta (sentido común obliga) que los recursos, públicos o privados, – los dineros que vienen del contribuyente del Raval o de la República Argentina – son susceptibles de usos alternativos y siempre ha de buscarse el más eficiente.
Es sobre estas bases anteriores sobre las que podemos hablar del futuro. Y a eso vamos. De modo que, puestos de acuerdo en el compromiso de la ciudad y su Ayuntamiento con la idea de la solidaridad, el paso siguiente sería ver en qué forma podría ésta concretarse. Proponer un proyecto y aportar algunas ideas sobre su plasmación práctica. A eso vamos, si te parece.
En primer lugar, creemos imprescidible la participación de las ONGs en la gestión, sobre todo de aquéllas que están radicadas y tienen implantación real en Gandia, ya que sólo su implicación garantiza el acceso al tejido social de la ciudad. La experiencia ha demostrado lo incontestable de este argumento. Habría pues que constituir una especie de Patronato o Consell en el que estuvieran representadas las ONGs junto con los grupos políticos del Ayuntamiento y sus departamentos competentes; joventut, educació y cultura, sin perjuicio de la forma orgánica que adoptara el invento y de las funciones ejecutivas en el seno del mismo; empleados municipales, en su caso, voluntariado, etc.
En términos económicos, hablaríamos de un proyecto de «coste 0″, lo que debería plantearse en clave, – al menos tendencial -, de absoluta eficiencia económica de las inversiones; invertir para recaudar, rechazando aquellas actividades que no sean rentables de principio, siquiera sea en una peseta. Se promoverían pues actividades que tuvieran un previo estudio ponderado de costes. (Por ejemplo, el concierto que hubo de Ll. Lach y Mª del Mar Bonet era un éxito previsible, aunque no lo fue por la manera en que se gestionó, en tanto que el macroconcierto era un fracaso anunciado. Lo mismo ocurre con la macroacampada; económicamente era previsible el fracaso, ya que no se puede dar de comer a ningún «acampado solidario» durante tres días por 500.-pts., puesto que entonces la solidaridad, obviamente, con quien se practica es con el acampado).
Ello no quiere decir -entiéndase y no se nos malinterprete- que hayan de rechazarse actividades de sensibilización y propaganda si únicamente generan gastos, lo que se quiere decir es que debería existir una tendencia al coste 0, donde, en el peor de los casos, la economía de unas actividades compensara las deseconomías de otras, siendo éstas las mínimas posibles y en todo caso el objetivo el recaudatorio junto con el propagandístico o de publicitación de la idea de la solidaridad, buscando el equilibrio entre ambos fines.
La duración debería ser anual. Un año con la idea de la solidaridad planeando sobre la ciudad: Charlas, conferencias y debates en los medios de comunicación; actividades escolares y representaciones en los centros de EGB e institutos; excursiones, acampadas, concursos, readacciones infantiles; representaciones teatrales, exposiciones, ciclos de cine, etc., para confluir, por ejemplo, en una semana de actos en la fecha más apropiada.
El compromiso -y el sacrificio, pues también eso es la solidaridad- debería extenderse a todos los estamentos y colectivos participantes: Aportaciones sin retribución del voluntariado, de las ONG, de los medios de comunicación en campaña publicitaria gratuíta o a tarifas mínimas, de los profesionales y gestores de espectáculos en alquileres de equipos a precio coste de mantenimiento, de los artistas actuando a contraprestación de gastos, etc.
Pues bien, esto son sólo algunas ideas, tal vez alguien tenga otras y entre todos podamos dar luz a una nueva edición de ese proyecto que se ha malogrado hace unos días. Tal vez exista un «Gandia Solidària 1999″ digno de acercarnos al umbral del tercer milenio reconciliándonos con nuestras conciencias y, de paso, entre nosotros, sin intereses espurios, politiquerías y demás zarandajas.
Un saludo amigo en bits…
Joan Martí (Gandia)
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Joan Martí
jmarti@guia-activ.com Querido internauta:En el anterior artículo –LA SOLIDARIDAD; MENTIRAS Y CINTAS DE VIDEO (PARA LOS TELEDIARIOS)– anunciaba unas reflexiones para cuando terminara el evento «Gandia Solidària». Ahí van.
Como recordarás, el proyecto «Gandia Solidària» consistía en unos actos organizados por el Ayuntamiento en los días 1 a 3 de Mayo y constaba de charlas, conferencias, actuaciones musicales y otras actividades, con la participación, -forzada por las circunstancias en algún caso-, de varias ONGs.
Al día de la fecha se desconoce si la Alcaldía o el Pleno van a tomar alguna determinación sobre el evento «Gandia Solidària», siquiera sea el debatir su desarrollo y consecuencias, o si vamos hacia la canción del olvido… que parece lo más probable.
Como sabemos, los objetivos, -al margen del de la promoción personal y política de algún concejal que han susurrado a voz en grito las malas lenguas-, eran el recaudar dinero para la construcción de un hospital para el pueblo saharaui y el de sensibilizar a la ciudadanía en la solidaridad.
Los resultados, sin embargo, más que a los objetivos, se han aproximado al desastre del Titánic: 26 millones y medio de inversión -según las mismas malas lenguas más de 28-, de los que el Ayuntamiento aportaba casi 21 y la iniciativa privada el resto, para recaudar no llega a 5 y medio. La primera cuestión, obvia y de aritmética básica, es que se han «perdido» 22 o 23. La siguiente, también de sentido común elemental, es que hubiera resultado infinitamente más provechoso y sabio el dar esos 26 o 28 millones a los saharauis directamente y sin más.
El evento se organizó por el Departament de Joventut sin contar con las ONGs locales, a las que llegó a calificar de «subsucursales» y a las que, en la mayoría de los casos, se les asignó una caseta en el paseo y poco más que el papel de figurantes o comparsas y, en otros, -a las más díscolas o críticas-, se las trató con franca hostilidad, llegando a boicotear alguno de sus actos. Añádase que el responsable ni ha dimitido ni le han cesado (aún), lo que hasta cierto punto resulta normal en política, apareciendo junto con algún otro coaligado en plan casi cómico en rueda de prensa difundiendo su creencia de que el problema es nuestro, que tenemos pocas luces y no nos enteramos de la película y de que lo importante era la idea más que el resultado práctico, añadiendo otras reflexiones no menos singulares.
Para no repetir lo que ha salido en prensa, radio y tele local, bastará con referir someramente la tremenda disfunción ya dicha entre ingresos y gastos; lo de las 2000 personas de asistencia al macroconcierto cuando se esperaban 12 o 15000; lo del veto de actividades propuestas por ONGs; lo de los millones invertidos en publicidad que se ha revelado ineficaz; lo de las asistencias de 12 o 15 personas a conferencias que se preveían multitudinarias; lo de la desinformación de los ciudadanos, etc., etc.
Para pintar el cuadro completo, te añado que en la comparecencia pública referida los concejales llegaron a admitir «algunos errores», si bien fue imposible arrancarles cuales eran éstos, quedando la cosa en una genérica afirmación política de esas que permiten «asumir políticamente» lo hechos con total alegría y con el sano propósito de volverlos a perpetrar a la mínima oportunidad que se les dé. Han amenazado, incluso, con volver a reeditar la historia el año que viene «si las ONGs y Gandia está de acuerdo…(sic)». Y visto que la mayoría de las ONGs de la ciudad están que echan las muelas, -aunque algunas lo disimulen para poder «pillar» en el próximo reparto del 0,7-, y no quieren oír ni hablar de repetir el «éxito», me pregunto yo quién será esa tal Gandia, qué substancia tiene y en quién se encarna la susodicha y socorrida, temiéndome lo peor, ya me comprendes.
Lo hasta aquí expuesto sería una simple acta de la realidad, descriptiva de hechos desafortunados que no deben repetirse, pero no daría cuenta de la naturaleza real del problema ni abordaría algunas conclusiones que deben extraerse de esta triste historia. Así, que al Ayuntamiento (y en particular a su pulido concejal) le ha bastado con un par de semanas para poner en cuestión y liquidar el esfuerzo realizado en años por decenas de ONGs y centenares de sus asociados comprometidos con la idea de la solidaridad. De forma que, en Gandia la palabra, el concepto solidaridad, tiene un antes y un después de este desastre, un después en el que habrá que explicarle a la ciudadanía que la cosa no iba de prolongación de la «fira i festes» en términos ruinosos, y justificarle el por qué del derroche de veintitantos millones en actividad tan irrelevante para la causa de los saharauis.
Otro apartado del problema, nos llevaría al análisis de la psicología -¡Freud nos asista!- de unos políticos a veces ayunos de ideología (y no afirmo que sea este el caso necesariamente) pero con mano y mando en la caja municipal que les da para veleidades faraónicas: Piénsese en los desbarres que uno puede soñar y diseñar con veintitantos kilos a fondo perdido y varios empleados a su servicio a full time. Es cuando la egolatría hace perder el sentido del ritmo, del espacio y del tiempo y, a falta de ideas, desemboca directamente en la frivolidad de organizar cualquier tinglado sin encomendarse a Dios ni al Diablo, como el que se monta una paella para los amiguetes. Es, o sea, el uso y abuso del dinero público con la alegría que da el no tener que rendir cuentas a nadie ni devolver la tela en plazos mensuales como en préstamo hipotecario; la prueba, digo, de la irresponsabilidad e inimputabilidad del político profesional y de la imperfección de las leyes democráticas en este punto.
Pero con todo, para nuestra condición de «ciudadano político» que conceptuó Parsons, hay algo aun más curioso, y es cuando, para justificar lo injustificable, estos concejales y políticos de en un duro cinco nos vienen con lugares comunes y sofismas, apareciendo en nosotros las malas conciencias y las erróneas solidaridades o complicidades de grupo o de partido, siendo precisamente esto -la claque de corifeos, amiguetes y allegados- lo que a veces anima al concejal a ciscarse en el sentido común y a suponernos poco menos que mentecatos iletrados, contándonos que lo importante era la idea y que ésta llegara al corazón del pueblo y recurriendo a la demagogia grandilocuente de la justicia social etérea y la solidaridad de pasquín, hablándonos entonces de «inversiones en solidaridad» y de «encuentros solidarios»; del pobre pueblo saharaui y de los niños que nos tienden las manos con esperanza. ¡Pobres niños, la de medicinas y libros que os hubiéramos podido mandar con estos millones tirados por benefactores y teóricos de la solidaridad de medio pelo!.
Y es que resulta obvio que con los referidos 22 (y con bastantes menos) era posible y hasta obligado realizar una campaña de sensibilización infinitamente más eficiente que la realizada en este evento. Ya los rudimentos de economía política nos enseñan que los recursos, públicos o privados, son susceptibles de usos alternativos y siempre ha de buscarse el más eficiente. Imaginemos qué diferente hubiera sido usar los veintitantos en hacer la campaña a lo largo de un año, con el concurso de todas las ONGs, con charlas y conferencias en colegios y foros, pancartas, excursiones, representaciones teatrales, debates en las TVs y demás medios de comunicación, trípticos informativos, actuaciones musicales de países del tercer mundo, irradiando la actividad a los pueblos de la comarca, etc., y al final incluso la macroacampada como conclusión.
Lo cierto es que en la mayoría de las ocasiones no podemos superar nuestra gregaria condición de alienados en los partidos y alineados con las fidelidades y nos da reparo (casi escozores) el reconocerlo, -al menos a mí me ha pasado muchas veces-, y negamos la razón a los que no son de nuestra cuerda, evitando la herejía de criticar a quienes por definición han de gozar de nuestras simpatías a piñón fijo, reivindicando la dicotomía izquierda/derecha o el conmigo o contra mi que llega a imponerse a la propia racionalidad. Sin embargo, cuando abusando de ello, los causantes del «empastre», totalmente autistas, apelan a la bula de su supuesto progresismo para exigir, más que implorar, nuestra disculpa o comprensión, llegando a ponerse chulos al pedirnos la impunidad; cuando el autista concejal pontifica y nos «explica» con disciplencia y paternalismo del bueno lo erradas que están las ONGs al no entender que sólo ellos pueden ser los buenos; cuando, con el aumento del autismo que les viene a subidones, llegan a acusar de intereses espurios, maquinaciones e intrigas a cualquiera que cuestione su fastuosa gestión, es cuando, digo, hay que decir: ¡No va más!. Es entonces cuando se nos escapa ese «Que no. Que habéis metido la pata hasta el muslo. ¡Dimite, o al menos cállate hasta que se me pase la vergüenza de tener que disculparte!. No me vengas con lo de derechas e izquierdas ni con el cuento de María Sarmiento, que ese ya me lo sé y ya no hay manera de dormirme. La izquierda, el progresismo, la idea de justicia social y de solidaridad es otra cosa, ¿sabes…?».
«… y me hablaron… de futuros solidarios. Donde todo lo falsario acabaría en el pilón» ¡Pobre Aute, hasta a ti, – que pasabas por aquí -, te han utilizado sin rubor alguno!.
Posdata: Ya redactado este artículo, leo en la prensa una carta del Sr. Saez de Juano (antiguo concejal del PP) sobre el mismo asunto, en la que pide la dimisión o cese del Concejal responsable, Sr. Boix. He de manifestar que, desde luego, el Sr. Saez de Juano se halla en coordenadas políticas diferentes a las del que esto escribe. Sin embargo, nobleza obliga, no tengo por menos que admitir lo acertado de gran parte de su argumentación -al menos en lo que aparece escrito en su carta- y deplorar que al cabo de unos días aparezca otra de réplica de un responsable del PSOE en la que, en vez de rebatir/debatir sus argumentos, excursiona hacia los Cerros de Úbeda y se dedica a descalificarle con pretendida «gracia», olvidando eso de que la verdad es la verdad la diga Agamenón o su porquero y probando, por desgracia una vez más, la tesis del gregarismo y la claque que expongo más arriba. ¡Triste, pero es así!
Joan Martí (Gandia)
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Joan Martí
jmarti@guia-activ.com Querido internauta:Para ponerte en antecedentes por si has pinchado esta web desde fuera (Sidney, Londres, Moscú, o cualquier otro lugar no tan famoso) te diré que en los días 1 a 3 de Mayo se celebran unas jornadas en esta ciudad de Gandia en solidaridad con el pueblo saharaui. El evento se llama «Gandia Solidària», lo organiza el Ayuntamiento y consta de charlas, conferencias, actuaciones musicales y algunas otras actividades. En él participan varias ONGs y sobre el mismo ya han aparecido voces críticas, al igual que apologías laudatorias. Ya estás en situación, o sea.
Pues bien, al hilo de estos actos de «Gandia Solidària», y sin perjuicio del análisis que haya de hacerse en su momento en trámite de balance, se me ocurren algunas reflexiones sobre el tema a modo de entrada o entremés del evento. Y es que el problema de la solidaridad, en su formulación actual, viene resultando una gran mentira. Una falacia aberrante o «postizo» donde a menudo llega a prevalecer la idea publicitaria y publicitada por deseo coincidente de políticos, gobiernos y mass media, (en general y salvo honrosas excepciones). Ello no supone, ni mucho menos, negar la realidad hoy día de la pobreza, la miseria y la desagregación social a niveles casi imposibles de rastrear en ninguna otra época de la civilización humana. Son abismales las diferencias entre ricos y pobres, entre los distintos niveles de renta y de vida en un mismo Estado y entre las distintas áreas geográficas y estados del globo. La gran mentira radica en la pretensión del «sistema» de imputar la responsabilidad de la pobreza y la miseria al colectivo humano en su conjunto, magnificando, además, la complejidad de las soluciones posibles.
En este enmascaramiento de la realidad se oculta que el ciudadano ni decide ni participa en la decisión sobre la distribución de los presupuestos en sus distintas partidas; ni determina los ingresos y su estructura ni tampoco, – y mucho menos -, las partidas de gastos. Ello lo deciden libremente los gestores de la Administración; gobiernos estatales, autonómicos y municipales; ministros, consellers y concejales.
También se oculta que el problema de la solidaridad, como el de la gestión de los residuos de la ciudad, su urbanismo y sus licencias de obras, en gran medida, – recalco lo de en gran medida y no en términos absolutos para que nadie alegue lo de la falta de competencias municipales o autonómicas -, podría y debería contemplarse por áreas geográficas concretas y específicas de responsabilidad administrativa concreta y específica; un Ayuntamiento debería ser responsable, en una parte – vuelvo a repetir que no en términos absolutos -, de la desagregación, marginalidad y pobreza que se da en su ciudad, de sus causas y de sus efectos, actuando para eliminar las primeras y atemperar los segundos; una Administración autonómica debería serlo en su área y nivel y lo mismo el Estado.
Pero la farsa adquiere toda su dimensión cuando pensamos que, en materia de recursos económicos necesarios par solucionar el problema, hablamos de cantidades tan ínfimas que sólo unas décimas o tantos por cientos ridículos de los presupuestos respectivos bastarían para solucionarlo en gran parte. Un mísero 5% de un presupuesto de ocho mil millones (400) permitiría albergar y atender a los mendigos y marginales de una ciudad (pongamos de Gandia); tal vez curar y resocializar a los drogadictos del tren de la metadona; actuar políticas activas en el barrio de Santa Anna en planes plurianuales de un poco cada año, etc. A nivel de Generalitat Valenciana, una ínfima parte de los 8 o 9 mil millones que, por ejemplo, se dedican cada año a enjugar las pérdidas de RTVV (Ente o complejo administrativo de Canal 9 TV que produce obras tan excelsas como «Tómbola» o «Calle vosté i parle vosté»), permitiría hacer grandes cosas con los marginados. Idem tenemos con el Estado, de cuyos presupuestos mareantes y billonarios bien podrían detraerse unas migajas para acabar con la pobreza y la desagregación social. Y lo mismo ocurre a nivel de organizaciones supranacionales (EU, ONU, etc.); unas milésimas de sus presupuestos, unos segundos de su actividad, y el problema podría resolverse. Y no hablemos ya si todas estas administraciones y organizaciones activaran políticas coordinadas al mismo objetivo, con planes, intervenciones en sectores, etc., atacando, además de a sus efectos, a las causas profundas: el problema podría resolverse de un plumazo.
Sin embargo, nadie tiene interés en éllo. Con toda naturalidad – léase mezquindad, irracionalidad e irresponsabilidad -, los gobiernos deciden políticas industriales y agrícolas que arrancan cultivos, queman cosechas y limitan producciones agrícolas e industriales en aras del arcano de una política económica inextricable para el común de los ciudadanos, cuando en zonas del mundo se muere diariamente por la falta de dichos productos. Como contrapartida, para aliviar malas conciencias, se traslada al ciudadano el problema, responsabilizándolo de esta situación y proponiéndole al tiempo una especie de «caridad modelo siglo XX». Superado ya el del mendrugo de la Edad Media y la sopa boba de los conventos, ahora se trata del voluntariado social y las ONGs, a las que, por cierto, se quiere dirigir y controlar al toque de corneta de la subvención. Así todos contentos; un Estado fuerte, inspirado en el libérrimo liberalismo económico que perpetúa la desagregación del tejido social y cuya actuación irracional casi nadie cuestiona y unas ONGs caritativas que intentan arreglar el desaguisado; las excrecencias del mejor de los sistemas posibles. Y, en este marco ideal, aparece como colofón el rol publicitario, y se hacen actos y campañas con montajes de fiesta y de farándula, y el concejal de turno se pirra por el ósculo del niño desnutrido y el otro por salir en la tele presentando el evento de su genuina cosecha, etc.
Pues bien. Mal se aviene todo ello con una civilización inspirada por tradición en los principios del humanismo cristiano y ordenada política y socialmente bajo el enunciado de Estado Social y Democrático de Derecho. Sería buena idea abordar un día de éstos un debate sobre la solidaridad y su situación en Gandia; quizás como en la canción… «cuando acabe la fiesta…»).
Joan Martí (Gandia)
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Joan Martí
jmarti@guia-activ.com Querido internauta del más allá o del más acá (de Gandia):Abro esta sección hablándote del buga y del aparcamiento. El tema me viene después de una cena, en lo que por aquí – yo no se donde estás tu, como en la canción, aunque te imagino intrépido viajero, como un Marco Polo de la internet – llamamos el resopó, que es el momento en que, después de la comilona, ya finado el flan o el trozo de tarta, y puro en ristre, si fumas, comienza uno a desbarrar sobre lo divino y lo humano.
En la charla, que en esta ocasión sustituye a una buena timba de trivial, nos enredamos cuatro tipos especuladores sin piedad; un militante destacado del PSOE, otro, ni tan militante ni tan destacado, miembro de la antigua UPV, hoy BNV, y otros dos que nos reclamamos independientes; todos, en fin, defensores desde antaño de causas perdidas: urbanismo, calidad de vida, solidaridad social y esas cosas, ya sabes.
Surge con virulencia la cuestión de las peatonalizaciones del centro y los parkings. Y es que el centro de Gandia en estos momentos se halla tomado por la ORA, los vados permanentes, los cuadros amarillos de los contenedores y, por último, las calles peatonalizadas. Aparcar en el centro a media mañana o a media tarde resulta tan fácil como sacar zumo de naranja a un nabo. El asunto admite muchos puntos de vista y aspectos de debate, es obvio. Y tantos matices como se quiera. Ahí van algunos.
La primera cuestión es la discriminación de los residentes, propietarios o usuarios particularmente intensivos de la zona, ya que no parece lógico que un residente, propietario o trabajador no pueda acceder en coche a su vivienda o lugar de trabajo ni aparcar su vehículo en las inmediaciones, como cualquier vecino de cualquier calle de las que no tienen ORA (que cada vez son menos). ¿Acaso no paga los mismos impuestos y en la misma moneda de curso legal, por ejemplo, un vecino de la Plaçeta del Segó que uno de la calle Benicanena?.
Otro punto de vista, igual de amargo, podría ser el del vecino normal de cualquier parte de la ciudad, o de otra localidad, que se desplaza al centro por cualquier motivo y no puede aparcar cerca del sitio donde va a realizar la gestión, obligado a meter el vehículo en el parking y a cotizar por ello. Visto el precio al que se tarifa, a los pobretes y pensionistas sería bien aconsejarles el que cambiaran el buga por un velocípedo, ya que difícilmente soportarán sus magras economías las excelencias del invento. (Otra solución sería recurrir al sistema de «cariño he encogido a los niños» y meterse el auto en bolsillo de la camisa.)
A pesar del tiempo transcurrido desde la transición y los ayuntamientos democráticos, es lo cierto que la situación no ha hecho si no empeorar con los años. Al incremento natural de vehículos por el aumento del nivel de vida y el cierto despegue demográfico, se han venido a sumar el de vados, peatonalizaciones y ORAS, concurrente con la construcción de fincas sin la correspondiente previsión de plazas.
La política de aparcamientos del Ayuntamiento ha sido un fracaso de estrépito, lineal en el tiempo, y aún con momentos estelares como el fiasco del de la República Argentina, de infausta memoria. A lo máximo que se ha llegado, se llega y se pretende llegar, es a ceder terrenos municipales, o demaniales (de dominio público), a empresas privadas que destruyen y construyen en los espacios hasta ahora colectivos con la sana intención de comercializar el invento y pasar el platillo, de modo que la idea del servicio público cede ante la estrategia recaudatoria, objetivo mucho más prosaico y acorde con los tiempos que corren de «take the money and run» (W. Allen dixit).
Aún con la mejor voluntad de mi amigo el del PSOE, no es fácil encontrar explicación a la referida situación. Más allá de la probable acusación de demagogos que se nos pudiera hacer, lo cierto es que para cualquier político municipal difícil será demostrarnos la diferencia conceptual en cuanto a servicio público entre un parking y un parque. O sea, el por qué lógica aberrante en estos últimos no pagamos por un acto voluntario como es el pasear o sentarnos en un banco y en los otros lo hacemos por un uso absolutamente imprescindible como es acercarnos a un punto urbano en coche para realizar la gestión, o por guardar el armatoste que nos convencieron para que compráramos a mayor gloria de la economía nacional, el desarrollo y el empleo.
Nadie se ha molestado en explicarnos cómo de un presupuesto de 6 o 7 mil millones no pueden dedicarse unos cientos a construir aparcamientos para mayor felicidad del personal. Ni si sería posible que fueran públicos y gratuitos, o con una tarifa de servicio en términos de tasa; esto es, en función del estricto coste de la inversión y del planing de amortización de la misma más los costes de mantenimiento.
Como se ve, aún dejando a un lado la clásica teoría hacendística y de economía política sobre el concepto de servicio o bien público como aquel que ha de proveer el Estado al no poder hacerlo el mercado con eficiencia, son muchos los aspectos del debate urbanístico y de geografía urbana: ¡Mejor lo dejamos para otra cena!. Sin embargo, al contrario que en la mayoría de las áreas, si es posible rastrear en ésta la ideología en la gestión municipal. Menos policía, grúa y ORA y más aparcamiento público y gratuito parece que puede ser un buen elemento definidor, aunque lo cierto es que casi todos se están luciendo…
Joan Martí (Gandia)
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