Así lo cuenta este informe demoledor de Cáritas, que puede bajarse de aquí y que la propia ONG publica y glosa en su web a grandes rasgos. Sin necesidad de mayor comentario, el Informe no precisa de ninguna demagogia, ya que es pura estadística que proclama lo innombrable…
A sensu contrario, dijo el viejo Marx un día aquello de que una manera de acabar con la desigualdad sería acabar con la institución de la herencia. Ahora, con la estadística moderna, descubrimos en números y series que el pensamiento era ambivalente, porque la herencia intergeneracional mantiene la desigualdad social en sentido positivo, agraciando a los pudientes, pero aun más en negativo, hipotecando a los desfavorecidos. De suerte que la desgracia se transmite entre generaciones más que el cabello y los andares, y se hereda más la desgracia que la dicha.
Resulta imprescindible la lectura del Informe, porque, tras la conmoción que producen los datos, se comprende la superchería intelectual de estos que croan la bondad del sistema que permite triunfar escalando en la pirámide social. Léanse los asertos del espantajo Trump o de la Sara Palín, o de nuestro inefable Antonio Banderas, según los cuales no prosperamos en la vida de puro vagos, valga la caricatura exagerada. Una filosofía para incautos, predican éstos, declarando su amor al modelo way american life, como señuelo para aplicarse trabajando hasta reventar porque el premio indefectiblemente es el éxito social. Así justifican lo de los ricos (ellos, sus familias, conocidos y amigos) y pobres (el 99% restante).
Es la filosofía que hizo popular la tal Georgina Hope Rinehart, australiana y heredera de la minera Hancock Prospecting, con fortuna calculada a ojo de buen cubero en 29.200 millones de dólares cuando, aconsejando a los que se quejan de ganar poco, afirmó que «Si tienen envidia de aquellos que tienen más dinero, no se sienten a lamentarse, hagan algo para ganar más dinero por sí mismos, pasen menos tiempo bebiendo, fumando y pasándolo bien, y más trabajando duro»
Pero el caso es que con trabajar va y resulta que no es suficiente, ya que, salvo que medie esa pequeña ayudita de la herencia, quien nace en la nada concluirá en la miseria. Así es y así lo cuenta el Informe de Cáritas, sin perjuicio de tanto idiota suelto en los telediarios que nos vende el glamour y la vida rosa del triunfo de los luchadores, elevando la anécdota de lo excepcional del luchador triunfante -uno entre un millón- a la categoría del fundamento esencial y normal del sistema.
Frente a tanto cínico, bueno será recordar a Bertran Russell y su Elogio de la ociosidad o al clásico Paul Lafargue con su magistral Derecho a la pereza para entender un poco de que va esto. Pues eso…
(1731)
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