En este Auto de apertura del juicio oral que pasará a la historia, este hombre honesto y profesional, simplemente ha cumplido con su trabajo y dignificado su profesión, que en algunos casos tan falta de dignidad anda. El Juez, contra viento y marea, contra la presión mediática y contra la casta de sangre política y de sangre azul, que son lo mismo pero diferente, ha hecho lo que centenares de jueces cada día. La diferencia es que él ha necesitado 150 folios para justificar el por qué una grande de España es tan igual que sus iguales españoles, en tanto que centenares de presuntos delincuentes comunes son menos iguales que ella y son despachados con autos de folio y medio cada día.
Es una pieza de literatura jurídica impecable, de una redacción exquisita, excelsa en algunos párrafos, si se me permite, sobre todo a partir del folio 78, en el que aborda la «justificación» sustantiva y adjetiva del por qué en un Estado que se dice de Derecho a la Infanta hay que tratarla igual que a cualquier ciudadano, lo que le lleva a la exégesis puntillosa de la jurisprudencia y doctrina sobre el particular, -con gran tino sobre lo obvio, sobre lo que todo el mundo entiende e intuye, menos la clase política corrupta y chaquetera, el gobierno, el fiscal y el abogado del estado-, para blindarse de un fiscal en particular, de un pobre hombre-funcionario al dictado de la jerarquía del Gobierno, actor esperpéntico en este foro que nos ha ruborizado a miles de profesionales que trabajamos en esto y que ha manchado el buen nombre de su institución y de miles de sus compañeros, y también para blindarse del Tribunal Supremo que aguarda más arriba, como último escudo de los grandes de España, con su «doctrina Botín» que antaño asombró a propios y extraños y hogaño habrá de transmutar en «Doctrina Infanta» si intenta evitar lo que el destino quiso inevitable.
Desde el más allá, en sus paseos del atardecer y entre partidas de dominó, Ulpiano, Sesto Elio Paeto Cato, Labeón, Mucio Scevola, Publico Lucio Craso, Becaría, Bártolo de Sassoferrato, Uría…, juristas de pro que en la historia fueron, andaban cruzando apuestas sobre si se atrevería el tal Pepe Castro; la dignidad de la Justicia estaba en juicio, nunca mejor dicho, y este hombre le debía un tributo a la historia. Se atrevería? Pues se atrevió! vaya si se atrevió! y así pasó este hombre a la historia mundial de la dignidad, por algo tan normal como hacer bien su trabajo, dejando a otros en su sitio en esa Historia Mundial de la Infamia que escribió Borges. Por todo ello, y sin necesidad de emborronar más pixeles, simplemente eso, GRACIAS!!
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Parece que hay una reacción de jueces diferentes a los habituales.Esperemos que surjan muchos más e inclusive gentes del poder judicial del que tú formas parte que interpreten como tus artículos la realidad de una justicia endeble.Te deseo buenas perspectivas en éste 31 de diciembre.Un saludo.