Confieso que no he gastado mucho ingenio en el post, la infografía habla por sí sola.
Podríamos usar el photoshop y cambiar la banderas o sus caretos y el resultado sería el mismo. Lo cierto es que cambian cada 4 o 6 años y son distintos pero iguales, de uno u otro partido, intercambiables como los cromos, unidos en la misma historia, o en sus desechos; les repugna la paz y la convivencia de los humanos tanto como les fascina el glamour del poder; a nadie rinden cuentas y con nuestros impuestos viven ellos y los lobbies y multinacionales que los controlan, que les sobornan y agasajan, que los ponen y los quitan. Se dan la mano y posan para la prensa en mullidos sofás. Juegan al golf, al paddel y a la política, aunque su deporte favorito es «exportar» la democracia.
Ya despidiéndose de Afganistan e Irak y celebrando el aniversario de Libia, ahora andan por Siria y Ucrania, preparados para darse un garbeo por Venezuela a poco que el tiempo lo permita. Son los matarifes glamourosos, una secta de cruzados que inventó la «democracia de exportación», una pandilla que floreció a finales del segundo milenio y amenza con perpetuarse en el tercero profesando un odio criminal a sus semejantes, particularmente a los de otros estados, a los infieles del tercer o cuarto mundo que no les votan por evidente falta de cultura democrática, lo que les hace objeto de las bombas para que en el castigo lleven la penitencia, o sea…
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