Al cabo de unos meses de las revelaciones de infamias aberrantes hechas por el portal wikileaks en los genocidios, entre otros, de irak y afganistan, y a días desde la revelación de la corrupción diplomática en varios países, a muchos pensadores de la izquierda y la contracultura en general se les hacen los dedos huéspedes. La información es tanta y llega de forma tan masiva, y el contenido es tan escandaloso e inaudito, que nos pilla a todos con el pie cambiado, superando en mucho la capacidad de analizarla, a pesar de los resúmenes de los cinco periódicos occidentales privilegiados que la han recibido en rama de los propios wikileaks y tienen a sus equipos de periodistas-nómina empleados a full time para ofrecerla en sus tiradas diarias en pack precocinado. Frente a ello, pasmados por el evento, muchos santones del pensamiento de la izquierda optan por la originalidad y, en tal trámite, florecen como setas artículos y más artículos con asertos y cábalas sin mucha enjundia ni fuste, puros ejercicios diletantes, más literarios que teóricos, de la banalidad. Según algunos, lo de wikileaks se trata de una manipulación gigantesca a cargo de la cía, los chicos de obama y los sionistas, otros optan por descalificar como ególatra y personaje siniestro al famoso julian assange cabeza visible del portal, para otros se trataría de una propaganda deliberada a cargo de los mismos sujetos anteriores, un acto de chulería y prepotencia para que sepamos con quien nos jugamos los cuartos y nos atemos las alpargatas; los menos, incluso se atreven a más y hablan sin prueba alguna de la falsedad de los documentos aduciendo fabulosas teorías y suspicacias tan fiables como las caras de bélmez y otras teorías esotéricas inquietantes; si bien en todos los casos el discurso resulta magro en sustancia y coherencia. Sin necesidad de citar nombres ni articulistas para no provocar inquinas, lo cierto es que el espectáculo resulta penoso: una simple descalificación indocumentada, casi ágrafa, de unos datos que aparecen en toda su objetividad, en papel, a veces timbrado, con códigos, claves y autores, con numeración criptográfica y en tal cantidad que resulta imposible su falsificación organizadamente deliberada, y ello simplemente para ocultar la incapacidad de análisis, el sock ante este contenido informativo masivo difícil de metabolizar sin suficiente tiempo y bicarbonato, o la pretensión del ego de ser original en la profesión de articulista y pretender la idea más friki. Tremendo y lamentable, porque lo ciertos es que, mientras no se demuestre la falsedad o manipulación de dichos papeles, cables o reportes, lo que hay es lo que hay, y lo que hay es que objetivamente sirven para demostrar, negro sobre blanco, las actividades más aberrantes y criminales de estados, gobiernos y funcionarios corruptos; precisamente lo que muchos de estos articulistas venían denunciando por simple intuición y ahora corroboran elementos de prueba. En la política internacional, aparecen genocidios aberrantes, en españa, se visualiza, al fin y en toda su crudeza, la corrupción, traiciones y malquerencias de los políticos patrios, el servilismo de altos funcionarios corruptos ante el gobierno americano, en actos delictuales incluso, demostrando el cinismo y la hipocresía de estas élites perversas de mangantes que día a día nos gobiernan. La información de wikileaks que está apareciendo día a día, es una película gigantesca que se proyecta por primera vez en el cine mundial, precisamente en la era de la “democracia” mediática de los falsimedia; una película especie de obra maestra de arte y ensayo, y resulta de un estúpido supino descalificarla sin más, de forma banal, alegando que las entradas no están numeradas.
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Los que descalifican esa información son los conservadores, al menos en España.